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lunes, 26 de octubre de 2020

 TODOS LOS SANTOS (CICLO A)

Hoy recordamos a todas aquellas personas que gozan de la compañía de Dios en el cielo. Santos no son sólo los que están en los altares “vestidos de blanco”. Dice el libro del Apocalipsis que es “una muchedumbre inmensa” que nadie podría contar. 

Hoy no es un día de tristeza, aunque muchos acudan a los cementerios a recordar a sus seres queridos y añoren su presencia entre nosotros. Hoy es un día de alegría porque muchos hermanos nuestros han llegado a la meta del encuentro con Dios Padre. 

La Iglesia de Dios tiene muchos años de historia. A través de los siglos, en la Iglesia ha habido muchas personas que se han esforzado por vivir los valores del evangelio. Desde el principio, a todos los cristianos se les llamaba santos, pero en las comunidades cristianas pronto se empezó a mirar con admiración y con un respeto especial a las personas que habían vivido con intensidad su vida cristiana. 

En las comunidades cristianas, esas personas eran ejemplo, los héroes, los modelos a seguir. Sin duda, esas personas ayudaban a todos a vivir más auténticamente su vida cristiana. Se les llamó santos porque en sus vidas se veía un cierto reflejo de la bondad y la santidad de Dios. Luego, con el paso de los siglos, ha habido tanta gente buena en la Iglesia de Dios que no era posible incluirlos a todos en una lista, ni siquiera recordar sus nombres. Por eso, la Iglesia instituyó la fiesta de Todos los Santos para dar gracias a Dios por tantas personas buenas y para recordarnos a todos nuestra vinculación con ellas. 

La primera lectura hablaba de una muchedumbre inmensa, que nadie podía contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas. Nos decía que vienen de la gran tribulación. Es decir: no vienen de una vida cómoda, sin esfuerzos, sin luchas. Son personas que abrazaron en sus vidas el evangelio de Jesús y contribuyeron a cambiar nuestro mundo, cada uno desde su sitio y con los dones que Dios les dio. 

A algunas de esas personas las hemos conocido y hemos llegado a saber sus nombres y algo de su historia. Son los santos, canonizados o reconocidos oficialmente como tales. Pero a otros muchos no los hemos conocido ni hemos llegado a saber sus nombres. Son para nosotros santos anónimos que pasaron su vida haciendo el bien y que, gracias a ellos, nuestro mundo funciona un poco mejor. 

Jesús, en el evangelio, enumera algunos detalles de sus vidas. Son pobres porque no pusieron las riquezas como lo principal de sus vidas. Son sufridos porque fueron personas capaces de aguantar mucho y de sufrir malos ratos sin echarse para atrás. 

Son hombres y mujeres que tienen hambre y sed de justicia porque tuvieron hambre y sed de hacer las cosas bien y reflejaron en sus vidas la bondad de Dios. Son misericordiosos, compasivos, capaces de disculpar y perdonar a todos, pero, sobre todo, capaces de compadecerse de los más miserables del mundo. 

Son limpios de corazón, transparentes como los niños, sin malas intenciones, diciendo siempre la verdad con sus palabras y con sus vidas. Y dice Jesús que les llamarán “hijos de Dios” porque trabajaron por la paz. Son esas personas que contagiaron paz, que daba gusto estar con ellas, que infundían ánimos y esperanza. Recordamos que la paz de Dios nace de las cosas bien hechas. 

Pero esas personas, igual que Jesús, también sufrieron el rechazo y la oposición de otras gentes. También en eso reprodujeron en sus vidas los rasgos de Jesús. Cada santo es una obra hermosa de Dios, un regalo maravilloso de Dios para nuestro mundo. 

Todas esas personas recibieron en sus almas la bondad y la santidad de Dios y han hecho más humano y más habitable nuestro mundo. Nosotros también debemos participar de esa santidad que regala Dios.  

Este día también es nuestra fiesta, para que hagamos de nuestro mundo, un mundo más humano y más habitable. Podemos sentirnos miembros de esa familia inmensa de santos en la que Dios también nos regala a nosotros sus rasgos más hermosos. 

¿Cómo podemos santificarnos nosotros? A veces da la sensación de que tenemos que hacer lo que hizo éste o aquél santo para llegar al cielo.  Para llegar a ser santo, no se trata de poner un listón que todos tenemos que saltar para llegar a la santidad.  Cada persona se santifica a su modo, con sus cualidades, con los dones que le ha dado el Señor.  

Es santo aquél que vive según el espíritu de las bienaventuranzas. Como todo ideal es imposible de cumplir -entonces dejaría de ser ideal- pero la cuestión está en vivir según ese estilo e intentar ser manso, pacífico, misericordioso, pobre de espíritu, sufrido, luchador en favor de la justicia, limpio de corazón. Esta manera de vivir contrasta con lo que dice el mundo, pero es la única manera de seguir a Jesús. Es su principal mensaje, lo que distingue a un cristiano, pues de los que viven a así “es el Reino de los cielos”. 

Hoy es un día muy especial para dar gracias a Dios por tantas personas buenas que nos han precedido en la fe.  No tengamos miedo nosotros de ser santos en esta vida y en la vida eterna, aunque seamos santos anónimos.

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