Vistas de página en total

lunes, 16 de noviembre de 2020

 

JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO (CICLO A)

Hoy celebramos la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo.   Hoy es el final del año litúrgico cristiano.   La fiesta de “Jesucristo, Rey del universo” es la culminación de todas las fiestas del Señor que hemos celebrado a lo largo del año. 

La 1ª lectura, del profeta Ezequiel, utilizaba la imagen del Buen Pastor para representar a Dios y para definir su relación con los hombres.  La imagen del Buen Pastor nos muestra la preocupación, el cariño, el cuidado, el amor de Dios por su Pueblo.  

En el Antiguo Testamento al rey se le representaba muchas veces bajo la figura del pastor que debía hacer justicia de acuerdo a las necesidades de cada uno de las personas de su pueblo.  Sin embargo, esto no había sido así. 

Apacentarse a uno mismo, y no apacentar al pueblo, es provocar la corrupción política, económica...; apacentarse, y no apacentar, es buscar el lucro por encima del interés del pueblo, es dar puestos de trabajo al compañero del partido por encima de la valía de otras personas mucho mejor preparadas; apacentarse, y no apacentar, es engañar al pueblo sencillo prometiendo y no dando. 

Apacentar es estar cerca del oprimido, del pobre, del que no puede devolvernos nada porque nada tiene. Apacentar es tratar con el marginado, con el pobre que recorre nuestras calles para poder malvivir. Apacentar es salir en defensa del desvalido frente a los poderosos y prepotentes de la vida. 

Trabajemos todos por una sociedad más justa que es lo que todos anhelamos y es la meta que todos deseamos para vivir en un mundo más feliz.  Esto es lo que esperamos y deseamos de todas las autoridades: que hagan justicia igual para todos y que construyan un mundo más justo.  

La 2ª lectura de la primera carta de San Pablo a los Corintios nos dice que la meta final del hombre es el Reino de Dios. 

Contrariamente a lo que suelen prometer las autoridades y gobernantes de este mundo, Cristo promete a sus discípulos, a quienes quieran pertenecer a su Reino: sufrimientos, persecuciones, duros trabajos, etc.  Parece que este no es un programa demasiado atractivo comparado con lo que ofrecen los gobernantes: triunfo, éxitos, puestos importantes, seguridad, comodidades, etc.  Pero hay algo especial que ofrece el mensaje de Jesús y que no pueden ofrecernos los demás.  Es lo que nos decía hoy san Pablo: “Cristo ha resucitado de entre los muertos”… “en Cristo todos serán vivificados.” 

Con la destrucción de la muerte, Cristo ha destruido también todo poder y dominación del maligno en este mundo y así un día, cuando llegue la total purificación y destrucción de todo mal en el mundo, podremos reinar también nosotros con Cristo en el cielo para siempre.  Ese es nuestro destino, esa es nuestra meta: el Cielo. 

El evangelio de San Mateo, nos presentaba ese juicio de Dios, ese encuentro último y definitivo de Jesucristo Rey del Universo con todos los hombres y mujeres de todas las naciones, de toda la humanidad. 

Dios no está lejos, Dios está cerca, nos lo decía el evangelio de hoy.  Dios está en el pobre, en el enfermo, en el preso, en el marginado.  Y Jesús nos dice hoy que no son nuestras creencias ni nuestros sentimientos, ni nuestras palabras lo que va a tener en cuenta para salvarnos, sino nuestras obras de ayuda solidaria.  Es decir el amor al hermano necesitado, es por tanto, la condición esencial para formar parte del Reino de Dios. 

No nos confundamos, no nos escudemos diciendo que el bienestar de los pobres depende de los políticos, no se trata de hacer política o no, sino de pensar a quiénes estamos apoyando nosotros como cristianos.  Un creyente debe apoyar a las organizaciones que favorezcan mejor a los más necesitados y abandonados. 

Hoy como siempre se nos pide dar un vaso de agua a quien encontremos sediento, pero además se nos pide ir transformando nuestra sociedad con justicia, al servicio de los más necesitado y desposeídos. 

Dios reina donde hay hombres y mujeres, cuya preocupación no es sólo trabajar para ganar dinero, sino que su vocación es hacer el bien no sólo gratuitamente sino también eficazmente, por eso hay que apoyar a las instituciones que trabajar por establecer la justicia, por crear condiciones en las que la vida sea verdaderamente humana. 

El evangelio de hoy nos cuestiona con esta pregunta: ¿qué hago yo por remediar, por ayudar a los hermanos que sé están sufriendo en esta vida? 

No lo olvidemos si queremos formar parte de ese Reino de Dios, todo depende de lo que hagamos con los necesitados de este mundo, y así iremos construyendo el Reino de Dios desde aquí y ahora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario