Vistas de página en total

lunes, 6 de febrero de 2023

 

VI DOMINGO ORDINARIO (CICLO A)


Las lecturas de este domingo nos ponen delante el tema de la ley en nuestra relación con Dios.

La 1ª lectura del libro del Eclesiástico nos hablaba de la libertad que Dios le da al hombre para poder cumplir los mandamientos. Si quieres, guardarás los mandamientos y permanecerás fiel a su voluntad”.  Somos libres, capaces de hacer el bien o de hacer el mal. Tenemos ante nosotros, de forma continua, dos caminos: uno que nos aleja de Dios, otro que nos acerca a Él. Uno, es fácil de recorrer, cómodo de andar, atractivo a nuestros ojos. El otro difícil, duro y estrecho, poco apetecible a nuestro espíritu de comodón. Pero ya sabemos por la fe, y por la experiencia muchas veces, que al término del camino ancho nos aguarda la tristeza, el fracaso, la angustia, la muerte. En cambio, después de recorrer el camino duro, encontramos la paz, la alegría, la esperanza, la vida. 

Él te ha puesto delante fuego y agua, extiende tu mano a lo que quieras”. Sí, Dios ha querido ser justo con nosotros, quiere darnos lo que merezcamos… Y al mismo tiempo, como haciendo trampa y llevado de su misericordia, ha prometido ayudarnos, venir a nuestro lado cuando le llamemos con fe y confianza, ha prometido darnos su gracia, sin dejar por eso de premiar el éxito final que con su ayuda y nuestro pobre esfuerzo consigamos.

El hombre es libre para poder hace el bien o no. Aunque Dios desea que los hombres hagamos el bien, sin embargo respeta nuestra libertad.  Lo que sí hay que tener en cuenta es que el pecado no viene de Dios, sino del interior de la persona.  En nuestro interior está la capacidad para cumplir o no la voluntad de Dios.

La 2ª lectura de san Pablo a los Corintios nos dice que la verdadera sabiduría es un don del Espíritu Santo.

San Pablo nos habla de dos sabidurías contrapuestas: la de este mundo, la que ha dado como resultado el desorden actual en el que vivimos y que es la que siguen los que quieren dominar el mundo y buscan el poder y la sabiduría en las fuerzas del mal y por eso se opone a Cristo y a su Evangelio, y la sabiduría de Dios que Pablo comunica a los cristianos adultos en la fe. Estos son cristianos que han asumido el mensaje de Jesús y viven de acuerdo con él, y son capaces de hacer un uso pleno y responsable de la libertad y de la prudencia para “distinguir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo conveniente”.  Esta sabiduría la comunica Dios a quienes lo aman. 

El Evangelio de san Mateo nos dice que Jesús no ha venido a abolir la ley o los profetas, pero sí ha venido a formular la ley de una manera nueva.

Los judíos hablaban con orgullo de la Ley de Moisés. Según la tradición, Dios mismo la había regalado a su pueblo. Era lo mejor que habían recibido de Él. En esa Ley se encierra la voluntad del único Dios verdadero. Ahí pueden encontrar todo lo que necesitan para ser fieles a Dios.

Pero Jesús nos dice que no es suficiente con cumplir la Ley.  Es necesario abrirnos a Dios Padre y colaborar con Él en hacer una vida más justa y fraterna.

Por eso, según Jesús, no basta cumplir la ley que ordena “No matarás”. Es necesario, además, arrancar de nuestra vida la agresividad, el desprecio al otro, los insultos o las venganzas. Aquel que no mata, cumple la ley, pero si no se libera de la violencia, en su corazón no reina todavía ese Dios que busca construir con nosotros una vida más humana.

Según algunos observadores, se está extendiendo en la sociedad actual un lenguaje que refleja el crecimiento de la agresividad. Cada vez son más frecuentes los insultos ofensivos proferidos solo para humillar, despreciar y herir. Palabras nacidas del rechazo, el resentimiento, el odio o la venganza.

Por otra parte, las conversaciones están a menudo dichas sin amor y sin respeto, que envenenan la convivencia y hacen daño. Palabras nacidas casi siempre de la irritación, la mezquindad o la bajeza.

Hay también divisiones, conflictos y enfrentamientos de “cristianos en guerra contra otros cristianos”.  El Papa Francisco decía: “No a la guerra entre nosotros”.

Es lamentable como en algunas comunidades cristianas consentimos diversas formas de odios, calumnias, difamaciones, venganzas, celos, deseos de imponer nuestras propias ideas a costa de cualquier cosa y hasta hay persecuciones que parecen una caza de brujas. 

¿A quién vamos a evangelizar con esos comportamientos?  Hay que trabajar por una Iglesia en la que “todos puedan admirar como nos cuidamos unos de otros, cómo nos damos aliento y cómo nos acompañamos mutuamente en nuestras necesidades”.

Jesucristo ha venido, no para quitar la ley, sino para darle plenitud y la plenitud de la ley está en el amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario