XXIX DOMINGO ORDINARIO (CICLO C)
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XXIX DOMINGO ORDINARIO (CICLO C)
DOMUND
La Palabra de Dios hoy
nos invita a mantener una estrecha relación con Dios. Hay que saber pedirle a Dios con insistencia
por medio de la oración.
La 1ª lectura del libro del Éxodo, quiere
ofrecernos, no tanto el detalle de una batalla de guerra, cuanto el hecho de
que es Dios quien salva al pueblo elegido.
El éxito de nuestras luchas
y preocupaciones, depende de la perseverancia (a pesar del cansancio) y
de la solidaridad, ayudándonos unos a otros.
A Moisés, en su oración, se le doblan los brazos de puro cansancio, pero se sobrepone a ello ayudado por sus compañeros y alcanzan la victoria sobre sus enemigos.
A Moisés, en su oración, se le doblan los brazos de puro cansancio, pero se sobrepone a ello ayudado por sus compañeros y alcanzan la victoria sobre sus enemigos.
Hay que entender que los
brazos levantados son un signo de oración, de invocación a Dios. Así, pues,
mientras el pueblo, a través de su intercesor Moisés, pone la confianza en
Dios, obtiene lo que necesita. En cambio, cuando prescinde de Dios, todo va
mal.
Es el ejemplo para nosotros hoy: no desanimarse en la lucha, aunque sintamos la tentación del cansancio en el orar, o no veamos los frutos de nuestros ruegos de modo inmediato. Insistir en la oración como Moisés lo hizo, y la victoria estará de nuestra parte.
En la 2ª lectura, de San Pablo
a Timoteo, San Pablo exhorta a todos los sacerdotes, catequistas,
educadores cristianos a que tengamos como base de nuestros trabajos, de
nuestra acción pastoral y de nuestro compromiso la Sagrada Escritura.
En ocasiones parece como si
nos sintiéramos desorientados en nuestras vidas; como si no supiéramos cómo
actuar para hacerlo bien. Estamos presionados por las dudas. San Pablo nos dice hoy que en nuestras
dudas, prestemos atención a la Palabra de Dios, a las Sagradas Escrituras.
En ellas encontraremos luz suficiente para actuar siempre en la línea de la fe cristiana. La Palabra de Dios orienta nuestro proceder. Y no solamente debemos acudir a ella para encontrar la luz que nos oriente, sino que debemos proclamarla con decisión, con claridad y ejemplaridad.
Por ello debemos frecuentar
la lectura, meditación, reflexión sobre la Palabra de Dios, pues esto es
fundamental, imprescindible, tanto personalmente como en el servicio de la
evangelización. Si no conocemos la
Palabra de Dios, no sabremos hablar de Dios.
El Evangelio de san Lucas nos
ha presentado la parábola de la viuda pobre que reclama justicia a un
juez que no le temía a Dios ni respetaba a los hombres.
Este
juez injusto decidió un día hacer justicia pero sus motivos no eran rectos, lo
hacía por la insistencia de la viuda y para que ya no lo siguiera
molestando.
Desde
entonces, no ha cambiado mucho la situación que se vive en nuestros días. Hoy las tinieblas intentan vencer a la luz,
hay una lucha permanente por parte de las tinieblas para querer vencer a la
luz.
La
imagen de la viuda débil e impotente es el reflejo de nuestra situación actual
donde vivimos acosados por la injusticia, donde nuestros gritos buscando
soluciones se ahogan en la sangre de los inocentes, en la corrupción de las
instituciones y en el miedo de muchos ciudadanos. Corremos el peligro hoy de encerrarnos en
nosotros mismos y pensar que mientras no nos toque a nosotros la desgracia hay
que dejar que todo siga como está.
En
nuestra sociedad se hace palpable la injusticia, injusticia que golpea sobre
todo a los marginados e inocentes. El grito
de la viuda es el mismo grito que no cesa día y noche, es la oración de los
oprimidos para que cambie este
sistema injusto y esta guerra sin sentido. Es el grito desesperado del
pequeño y débil que se siente impotente y sin confianza en sí mismo y
que no tiene más remedio que acudir a Dios para resolver sus conflictos.
Es
urgente restablecer un ambiente social de justicia, en el que las instituciones
cumplan con su deber, en el que las leyes justas se apliquen sin
miramientos ni concesiones, en el que el imperio de la ley este al servicio del
bien de la persona y de la sociedad.
Los
cristianos debemos ser conscientes de que Dios está a nuestro lado y que Él nos
impulsa a trabajar por la justicia y la fraternidad, por eso es muy importante no
desfallecer en la oración, insistir en la oración, pidiéndole a Dios
fuerzas para que su Reino se implante en este mundo. Sólo la oración nos dará esperanza en un
mundo mejor. Pero no olvidemos que la oración
nos tiene que llevar a la acción, al esfuerzo por mejora la justicia en este
mundo.
¿Somos
cristianos que nos mantenemos en oración y que buscamos la justicia sin miedo a
las dificultades? Jesús nos prometió: “Yo
os digo que os haré justicia sin tardar”
El papa Francisco nos ha
invitado a celebrar un Mes Misionero Extraordinario. El Santo Padre
quiere que despertemos en nosotros la conciencia de la misión ad gentes y
retomemos con nuevo impulso la responsabilidad de la Iglesia entera en
proclamar el Evangelio a todos. La urgencia de este anuncio nos exige una auténtica
"conversión misionera", para cumplir el mandato pascual de Jesús:
"Id al mundo entero y proclamad el Evangelio" (Mc 16,15).
El lema "Bautizados
y enviados" nos habla de que todos hemos sido llamados a caminar por
el mundo llevando en el corazón, en los labios y en la vida el más precioso
regalo: la Buena Noticia de Jesús.
Todos los bautizados –y,
entre ellos, por supuesto, los jóvenes– hemos de llenar de ardor y pasión
misionera nuestra vida. Nuestro espejo son los misioneros, que se entregan a
los más pobres para que todos los rincones del mundo donde hay oscuridad se
llenen de la luz y el gozo que proyecta la presencia del Resucitado.
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