II DOMINGO DE CUARESMA (CICLO C)
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II DOMINGO DE CUARESMA (CICLO C)
Estamos en
el segundo domingo de Cuaresma y las lecturas nos invitan a transfigurarnos,
a convertirnos, para que la vida diaria y sus valores vayan haciéndose
presentes en nuestros pensamientos y acciones.
La 1ª
lectura del libro del Génesis nos
presenta a Abraham que es modelo de fe, de obediencia y de confianza en Dios
para todos los creyentes. Abraham es un
hombre que acepta los proyectos de Dios y se pone al servicio total de
Dios, por ello Dios hace una alianza con él.
Hoy día,
existen personas que quieren prescindir de Dios en la construcción de un mundo
mejor. Hoy Dios nos dice que no es
posible hacer de este mundo un paraíso sin contar con Él. Hoy como siempre, los caminos del hombre no
coinciden con los de Dios. Y los caminos
de Dios nos resultan, a veces, extraños y sorprendentes.
El hombre
de hoy, también hace coaliciones, pero sus coaliciones son con la técnica, el
dinero, el poder, el placer, que son los ídolos actuales. Sin embargo, el hombre de fe, el hombre
creyente tiene que hacer alianzas con Dios, tiene que unirse a Dios, tiene
que ponerse al servicio de Dios y comprometerse con el proyecto que Dios tiene
para este mundo y sólo así se producirá el milagro como con Abraham.
La Cuaresma
es el tiempo especial para ver nuestra alianza con Dios; para ver si está
deteriorada o rota y decidirnos a fortalecer esa alianza con Dios.
La 2ª
lectura de san Pablo a los Filipenses, es una
denuncia contra la actitud de ciertos cristianos que con su manera de vivir y
de actuar se muestran como enemigos de la cruz de Cristo.
¿Cuándo
somos enemigos de la cruz de Cristo? Hay
personas que llevan en el pecho la cruz, pero la llevan como un elemento de
lujo o como una especie de amuleto para que los proteja. Hay personas que se signan con la cruz en
diversos momento del día: al empezar un camino, al cerrar un negocio, al
hacer un examen, etc. Muchas veces
llevamos una cruz o hacemos el signo de la cruz pero sin ninguna vinculación
real con la cruz de Cristo.
Por eso nos
gusta una vida tranquila sin mucho compromiso real con la cruz de Cristo. Preferimos la gracia barata que es el
más grande y mortal enemigo de la Iglesia.
La gracia barata se manifiesta en el perdón sin arrepentimiento ni deseo
de cambio en nuestra vida; en los sacramentos sin formación y sin preparación y
en una fe tibia y sin compromiso real con Cristo.
Hay que tomar
en serio la cruz de Cristo y esto significa tomar con valentía las
incomodidades y los dolores de esta vida pero sin huir de este mundo,
esforzándonos por mejorarlo no sólo con las fuerzas humanas sino también con la
gracia de Dios.
Tomar la
cruz es seguir al Señor hasta las últimas consecuencias, aunque seamos
perseguidos por causa de la justicia, por causa de Jesús y llegar así a
convertirnos en ciudadanos del cielo.
El
Evangelio de san Lucas nos presenta la
Transfiguración del Señor. Jesús se lleva a sus
discípulos al monte, al silencio y allí les muestra su gloria, allí el Padre
hace oír su mensaje: “Este es mi Hijo mi escogido; escuchadlo”.
Nosotros
también necesitamos esos momentos en los que compartir la intimidad del
Señor, momentos de retiro, de silencio, momentos para leer la palabra de
Dios en la Biblia, para escuchar su voz en nuestro interior. Momentos
para ver los acontecimientos que nos ocurren con la mirada de Dios. Momentos
para discernir lo que está bien y lo que está mal. Momentos para que
nuestro espíritu recobre fuerzas. Todo
eso, hermanos es la oración. Y en esta cuaresma se nos pide hacer un
esfuerzo especial por hacer oración.
Orar
no es hablar de Dios sino hablar con Dios,
como hijos suyos. Saber rezar no es difícil; basta hablar con Dios. A
veces ni siquiera es necesario hablar, pues escuchar es suficiente. La oración
puede ser individual o comunitaria, mental o vocal, espontánea o ya hecha: salmos,
plegarias, cantos, bendiciones, y la oración por excelencia: el Padrenuestro.
Debemos
crecer siempre en la oración, al igual que en la fe. Necesitamos orar, ya sea
en medio de los quehaceres de cada día, ya sea retirándonos a solas con
Dios. Pero siempre la oración debe ser
escuchar a Jesús, porque escuchándolo a Él, escuchamos a Dios, nuestro Padre.
Hoy,
hay crisis de oración entre los cristianos; rezamos poco o rezamos mal, porque
estamos materializados y nos creemos autosuficientes.
No
hay cristiano sin oración. Igual que en la vida
de Jesús, la oración lo es todo en nuestra vida cristiana. No hay cristiano, no hay apóstol, no hay
testigo, sin oración personal y comunitaria.
Hay
que hacer oración para escuchar al Hijo amado del Padre. Por ello hoy es un buen momento para
preguntarnos: ¿Rezo yo en mi vida: mucho, poco, nada?
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