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martes, 26 de noviembre de 2019

I DOMINGO DE ADVIENTO(CICLO A)
 
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I DOMINGO DE ADVIENTO (CICLO A)
 
 
Comenzamos hoy el Adviento. Dios decide hacerse hombre, quiere compartir nuestra naturaleza con sus grandezas y debilidades, quiere vivir entre nosotros para trasmitirnos su palabra y su vida.
 
Adviento es tiempo de espera del Señor.  Las cuatro semanas del Adviento representan una llamada a la esperanza ante el nacimiento de Dios en la Navidad y su manifestación a toda la humanidad en la Epifanía. Será nuestro encuentro con Jesús el Dios niño, que ha querido nacer y crecer como uno de nosotros.
 
Adviento es el tiempo en el que oiremos a Jesús que nos predica que el Reino de Dios está cerca, ya está entre nosotros, que preparemos los caminos del Señor.
 
La 1ª lectura del profeta Isaías ilumina un momento de oscuridad que vivía el pueblo de Israel.  El pueblo vive en el exilio, sin esperanzas, sin ánimos.  El profeta les recuerda que hay futuro para el pueblo.  Que las armas de destrucción y muerte se pueden convertir e instrumentos para el trabajo y la justicia y la paz pueden reinar para siempre.
 
Nuestra vida puede estar pasando por un momento de oscuridad. Como ocurrió con el pueblo escogido, Dios quiere que salgamos de ella. Para eso tendremos que mirar adelante con esperanza.  No podemos estar pensando y recreándonos en nuestro propio dolor y estar siempre autocompadeciéndonos porque entonces no avanzaremos nunca hacia delante.
 
Pero para salir de nuestra oscuridad, habremos de caminar a la luz del Señor.  Dejemos que su luz penetre en nuestra mente y en nuestro corazón porque será capaz de ayudarnos a estrenar una vida nueva, esa vida con la que tantas veces hemos podido soñar: la vida de paz y de amor que el Padre pensó para nosotros desde la creación del mundo.
 
La 2ª lectura de San Pablo a los Romanos nos decía: ya es hora de despertaros del sueño”…  dejemos, pues, las obras de las tinieblas y pongámonos las armas de la luz
 
Es decir, ya es hora de dejar atrás una vida sin sentido, esa vida sin sentido que tantas veces llevamos y ya es hora por tanto de revestirnos del Señor viviendo de acuerdo a su evangelio.  Ya es hora de vivir una vida más cristiana, más de acuerdo al proyecto de vida que nos ofrece Jesús.
 
El evangelio de san Mateo nos ha hablado del fin de los tiempos.  Nos pone frente a la venida última del Señor.
 
Para los cristianos hay 2 venidas de Cristo: una es a la que nos estamos preparando ahora: nacimiento de Jesús; y la segunda venida será cuando Cristo, envuelto en luz, venga a juzgarnos.
 
El evangelio nos dice que el cristiano tiene que vivir en estado de espera, nuestra mirada ha de estar puesta en dirección a estas 2 venidas de Cristo.
 
Nosotros no sabemos cuándo va a llegar Cristo a juzgarnos, a pedirnos cuentas de lo que hemos hecho.  La segunda venida de Cristo no sabemos cuándo será.
 
Solamente el velar permite no ser tomados de improviso por Cristo.   Hay que estar preparado porque no sabemos cuándo va a venir el Señor. El sueño representa la indiferencia, el no tomar en serio las cosas de Dios; el dejar a Dios siempre para más tarde.  El sueño es no querer ocuparnos de Dios.
 
Jesús en el evangelio nos ha recordado los tiempos de Noé, cuando la gente comía y bebía descuidadamente sin preocuparse de lo fundamental de su vida: su relación con Dios.  Y así, mientras ellos andaban comiendo y bebiendo, llegó el diluvio.                        
 
No podemos seguir con el sueño del desinterés por Cristo, no podemos seguir sintiéndonos lejanos de Cristo.  Esperar al Salvador, significa sentirse interesados por Cristo, reconocer que tenemos necesidad de salvación. Esperar al Salvador, significa que en medio de nuestras preocupaciones cotidianas, darnos cuenta que es necesario preocuparse de un negocio fundamental: Dios. 
 
No podemos ser como esos hombres que nacen, viven y mueren sin haberse comprometido con Dios, sin haber servido siquiera una vez a Dios.  Esperar al Salvador es hacer que cada día, el trabajo y nuestras responsabilidades tengan como referencia a Dios.
 
Los cristianos tenemos que centrar nuestra esperanza en una Persona viva, presente ya desde hace más de dos mil años en nuestra historia: Cristo Jesús. Cristo es la respuesta de Dios a los deseos y las preguntas de la humanidad. No nos va a salvar la política ni la economía ni los adelantos de la ciencia y la técnica, nos va a salvar Dios.
 

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