DOMINGO DE
RESURRECCION (CICLO B)
Hoy se nos invita a
alegrarnos con la Iglesia del mundo entero, para celebrar la más importante
de todas las fiestas. La fiesta de
hoy es la base para nuestra fe, y es la razón de nuestra vida y el motivo de
nuestra esperanza: ¡Jesús ha resucitado y está vivo! La muerte no ha vencido a Jesús, sino que Él
ha salido victorioso del sepulcro y ahora es el Señor de todos.
En este día culmina la
misión para la que Cristo había venido al mundo. En este día llega a la
culminación su entrega y su sacrificio. En este día, Jesús es revestido de
gloria resucitando de entre los muertos.
Con Cristo, la muerte ha sido vencida. Ha sido necesario
someterse a ella para poderla vencer. Así, aunque la muerte ha hablado, la
última palabra la ha dicho el Padre resucitando a Jesús. La entrega generosa de
su vida, la ofrenda de toda su vida hecha al Padre por nosotros, ha sido la
semilla necesaria para la gloria, para la resurrección.
San Pablo, nos decía:
“Han muerto; y su vida está escondida con Cristo en Dios.” Ese morir es la superación del pecado.
Ese morir es dejar atrás lo que veníamos pensando o haciendo al margen de Dios.
Esa superación ha hecho de nosotros unas personas mejores, unos hombres y
mujeres más acordes con la voluntad de Dios; ha supuesto un renunciar algo más
a nosotros mismos para dejar que Dios habite en nuestros corazones. Eso nos ha
renovado y ha hecho que, en ese aspecto concreto, hayamos podido unirnos a
Cristo en su resurrección, en una vida nueva.
Creer
en el Resucitado es creer que Jesús está vivo, que vive hoy junto a nosotros.
Nosotros
nos preguntamos, ¿qué es la resurrección? Para Jesús, la resurrección,
significa que su muerte en la cruz no fue lo último, sino que Él sigue vivo
en la propia vida de Dios; y aunque de un modo distinto, continúa presente
en la comunidad cristiana y en la historia humana.
Para
nosotros
significa, que el destino de Jesús ilumina el nuestro. En su
resurrección el Dios de Jesús se declara como “el Dios de vivos”, que
así como resucitó a Jesús, resucita también a todos los muertos. Con la
resurrección de Jesús se abre un nuevo camino de vida más allá de nuestra
muerte: la vida con Dios, que no puede ser rota ni por el dolor, ni por las
desgracias de esta vida, ni por la muerte. La resurrección de Jesús pide y
hace posible para nosotros una vida que es ya “vida eterna”.
La
fiesta de hoy nos invita a vivir con esperanza nuestra fe en Jesús resucitado,
porque con la resurrección de Jesús se nos abre una puerta de esperanza de
participar un día con Él de su nueva vida, de la vida de resucitado.
Con
la resurrección de Cristo, se abre una puerta para nosotros que nadie la puede
cerrar. Hoy podemos sentir que ningún
poder de este mundo, nada ni nadie podrá cerrar esa puerta abierta para
encontrarnos con Dios el día que termine nuestra vida, el día que dejemos
nuestra condición mortal, las miserias en las que vivimos, para entrar en el
mundo de paz y de amor de Dios.
Nuestra
fe en Jesús resucitado es creer que Jesús vive, que camina con nosotros, es
creer en Jesús lleno de fuerza y creatividad, que impulsa la vida de la
humanidad hacia su último destino, hacia la configuración del Reino de Dios. Es
creer que Jesús presente entre nosotros nos escucha “cuando hay dos o tres
reunidos en mi nombre”, y que nuestra oración no es un monólogo sino un
diálogo con alguien, que junto a nosotros nos comprende y nos quiere.
Creer
en Jesús resucitado es encontrarnos con Jesús vivo, cercano a nuestras vidas,
que nos enseña a ver la vida de otra manera, que nos da su espíritu capaz de
cambiar nuestras vidas, de resucitar todo lo bueno que hay en nosotros e
irnos liberando de todo lo que mata nuestra libertad.
Creer
en Jesús resucitado es tener la experiencia personal de que hoy todavía aunque
siguen en nuestro mundo la tortura, la extorsión, la crueldad y la injusticia,
la última palabra la tiene el Resucitado, Señor de la vida y de la muerte, que
vela por todos y nos exige justicia, paz, hermandad.
Jesús
resucitado es nuestra esperanza, y es también quien pide nuestro compromiso, el
poner nuestra persona, nuestra vida por los ideales que Él vivió, como Él puso
la suya. Él es quien da verdadero sentido a nuestra vida. Tenemos un mismo
destino con Él.
Hermanos, feliz pascua de Resurrección a todos, feliz, sí, felicidad
para todos, porque hoy sí tiene sentido hablar de felicidad y de alegría. Sobre
todo alegría, que la alegría del Señor Resucitado y de todos sus amigos que han
sido, son y serán, inunde nuestro corazón.
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