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martes, 28 de noviembre de 2017


I DOMINGO DE ADVIENTO (CICLO B)

 

Con el primer domingo de Adviento, comenzamos un nuevo año cristiano.  El Adviento es un tiempo especial en la Iglesia, un tiempo en el que miramos al pasado en el que ocurrió el acontecimiento del nacimiento de Cristo y también miramos al futuro hacia esa segunda venida del Señor que nos prometió.  El Adviento es un tiempo para recuperar la esperanza. 

El profeta Isaías, en la 1ª lectura, le pedía a Dios que ¡ojalá rasgaras los cielos y bajaras!  La situación religiosa que vivía el pueblo de Israel después del exilio, y que nos transmite Isaías, podría asemejarse a la que vive nuestra sociedad actual: abandono de Dios, una vida centrada en los bienes de este mundo (materialismo), flojera espiritual. Hoy ese grito del profeta sigue siendo necesario.

Hay muchas personas que prescinden de Dios en su vida, que no viven los mandamientos.  Nosotros hoy hemos de preguntarnos: ¿qué lugar ocupa Dios en mi vida?  ¿qué importancia le doy a vivir los mandamientos de Dios?

Como cristianos hemos de reconocer que sólo Dios es fuente de salvación y de redención.  Nosotros, por nosotros mismos, somos incapaces de superar la indiferencia, el egoísmo, la violencia, la mentira, la injusticia que tantas veces están presentes en nuestra vida.

Cuando uno contempla los males del mundo: hambre, guerra, violencia, injusticia, terrorismo, etc., y comprobamos la impotencia de la humanidad para salir de esta situación, nos damos cuenta que esto ocurre porque nos olvidamos de Dios, el mundo se olvida de Dios y hemos de tomar conciencia de que Dios es nuestro Padre y nuestro Salvador y Él está siempre dispuesto a ofrecernos, gratuita e incondicionalmente, la salvación.  ¿Estamos dispuestos en este Adviento que estamos comenzando a acoger a Dios en nuestra vida?

La 2ª lectura, de San Pablo a los Corintios, nos recuerda la paciencia y la misericordia que Dios tiene con nosotros. A través de los dones que Dios nos da, Dios viene a nuestro encuentro y nos manifiesta su amor.  Sin embargo, a pesar de haber recibido inmensos dones, hay cristianos que, este Adviento pasará para ellos inadvertido y no se prepararán para mantenerse firmes para esa segunda venida de Cristo.

Nosotros, como creyentes, debemos vivir permanentemente escuchando y acogiendo los dones que Dios nos da.  Los dones que Dios nos da son para que seamos fieles a Dios y seamos felices; no son para fines egoístas, como puede ser buscar mi promoción personal o mi satisfacción personal.  Por ello hemos de estar vigilantes y preparados para acoger a Dios que viene a nuestro encuentro y nos muestra su amor a través de sus dones que nos da y hay que estar vigilantes para que esos dones no sean utilizados para fines egoístas.

El evangelio de San Marcos, nos sitúa ante una certeza fundamental: “El Señor viene”.

Hay esperanza.  El Adviento es un tiempo para recuperar la esperanza.  Hoy los seres humanos necesitamos recuperar la esperanza.  Porque vivimos en un mundo en el que se han perdido los grandes ideales; donde los proyectos se ven más desde el dinero que uno se puede robar que desde el bien que puede hacer a la humanidad.

Desencanto, apatía, indiferencia, son palabras que expresan nuestra manera de vivir.  El único objetivo de la vida es pasarlo lo mejor posible, que no nos falte de nada y vivir lo más cómodamente posible. Sentimos indiferencia ante la formación humana y el compromiso social.

Por eso al comenzar este Adviento, este nuevo año cristiano, hemos de recuperar al menos nosotros los cristianos la esperanza.  Una esperanza que nos dice que el mundo, a pesar de todo, se dirige hacia el encuentro con Dios.  Una esperanza que nos dice que todavía es tiempo para mejorar las condiciones de vida humanas, de luchar para que se reconozcan la dignidad humana por encima de los intereses económicos, de partido o de grupos.

Una esperanza que nos dice que aunque sea poco, cada uno de nosotros puede aportar algo al proyecto del Reino de Dios.  Por eso la mejor actitud que podemos tener para recuperar la esperanza es la vigilancia: ¡Velen porque nos sabemos ni el día ni la hora!

Vigilar porque estamos malgastado nuestra vida, nuestra realización como personas.  Hay que despertar de nuestra indiferencia e involucrarnos en la promoción del ser humano.

Miremos a nuestro alrededor para descubrir la presencia amorosa de Dios que denuncia nuestras injusticias y nos impulsa a salir de nuestra apatía.

Vigilemos lo que pensamos, lo que vemos, lo que decimos, lo que hacemos para que nuestro corazón no se corrompa con el virus de la indiferencia.

Pidamos a Dios, que la celebración de este Adviento nos permita recuperar la esperanza y despertar en nosotros la ilusión por un mundo, un pueblo y una familia mejores.