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lunes, 5 de julio de 2021

 

XV DOMINGO ORDINARIO (CICLO B)

La liturgia de este domingo nos recuerda que Dios actúa en el mundo a través de hombres que Él llama y envía.  Pero cuando somos enviados por Dios debemos ser fieles a los proyectos de Dios y no buscar nuestros propios intereses o privilegios.

La 1ª lectura nos presenta el ejemplo del profeta Amós.  Amós es escogido, llamado y enviado por Dios para enseñar a los hombres, con verdad y coherencia, los planes y los caminos que Dios tiene para el mundo.

Verdadero profeta es sólo aquel que es llamado por Dios, y que recibe la misión de hablar en nombre de Dios.  Un verdadero profeta es aquel que transmite el mensaje que Dios le ha confiado.  Cuando un profeta cae en la tentación de pronunciar palabras propias, o palabras ajenas a las que Dios le ha confiado, está traicionando a Dios.

Un verdadero profeta es aquel que no se deja manipular por los poderosos ni busca intereses personales.  El profeta es un hombre libre que no puede callarse ante la injusticia, la opresión, la explotación, ante todo lo que va en contra de la realización plena del ser humano.

Muchas veces, la palabra del profeta duele en quien lo escucha, levanta ampollas en los cristianos cómodos, en los que quieren vivir a gusto, sin compromisos con Dios ni con la Iglesia.

Por eso, hay que preguntarse: nosotros, ¿cómo actuamos cuando la Palabra de Dios nos exige o nos pide que renunciemos a algo? ¿Nos rebelamos, nos justificamos o buscamos mil y un pretexto para seguir haciendo o diciendo lo que nos resulta más fácil?  ¿Protestamos contra los que, en nombre de Dios y enviados por Dios, nos exigen justicia, verdad, humildad y compromiso?

La 2ª lectura de san Pablo a los Efesios nos ha presentado uno de los himnos más bellos y profundos de alabanza y agradecimiento a Dios.

¡Qué alegría saber que Dios nos eligió -desde antes de crear el mundo- a ser sus hijos y a ser santos y puros ante sus ojos!  Y si Dios nos ha elegido, también tiene un proyecto de vida para cada uno de nosotros, un proyecto que desde siempre ha estado presente en la mente de Dios.  

No somos un accidente de la creación, somos los actores principales de esa historia de amor que Dios siempre soñó para este mundo.  En medio de todos nuestros problemas y sufrimientos, de nuestros miedos y pecados, no olvidemos que somos hijos amados de Dios que nos ofrece siempre una vida plena y una felicidad verdadera.

En el Evangelio de san Marcos, Jesús envía en misión a sus discípulos para que anuncien el Reino de Dios y luchen contra todo aquello que esclaviza al hombre y que le impide ser feliz.

¿Qué hay que anunciar?  Vivimos una religiosidad que podríamos llamar “ligth”, en la que cada uno quiere escoger lo que quiere y cuando quiere; donde queremos que Dios se acomode a nuestra manera de pensar y de ser. 

Lo que hay que anunciar es lo que dijo Jesús: el Reino de Dios.  El Reino de Dios es un mundo mejor que tenemos que construir los cristianos aquí en la tierra, desde los valores del Evangelio, y que llegará a su plenitud en el cielo. Que todo en nuestra sociedad “funcione” desde los criterios del Evangelio. Para ello es necesario anunciar la conversión; es decir, el cambio de mentalidad, hay que abandonar los criterios de este mundo: el poder, el tener, el gozar.

¿A quién anunciar este mensaje? A todos, porque no todos los que se dicen llamar cristianos lo son.  El mensaje del Señor tiene que cambiar nuestros intereses, nuestras opciones, nuestras preocupaciones, nuestras actitudes, nuestros pensamientos.

¿Cómo anunciar el mensaje?  El evangelio nos decía que sólo tenemos que llevar bastón, sandalias y una túnica; esto quiere decir que sólo nos basta con apoyarnos en Dios.  Hay personas que creen que el evangelio hay que anunciarlo con todas las técnicas modernas, y lo importante es apoyarse en Dios, lo demás es secundario.  Lo importante es que esta evangelización se tiene que hacer con palabras y con obras. No se trata sólo de hablar de Dios, sino que hay que vivir desde Dios, es nuestra vida la que tiene que pregonar qué es lo que creemos. Hoy se necesitan más testigos que maestros

Dios siempre ha necesitado de las personas para llevar adelante su mensaje. Hoy necesita de ti. Si el Evangelio no llega a todos los rincones del ser humano y de todos los seres humanos, quizás sea por responsabilidad tuya. Colabora con Dios.