I DOMINGO DE CUARESMA (CICLO A)
El tiempo de Cuaresma que iniciamos es una invitación a
revisar cómo va nuestra vida cristiana.
Es una invitación de Dios que nos dice que aún tenemos posibilidad de
avanzar más y mejor por nuestro camino de cada día, para vivir más abiertos a
Dios Padre, más cercano a Jesús, más confiados al Espíritu Santo.
La 1ª lectura del Génesis, nos dice que Dios creó al
hombre para ser feliz y para vivir eternamente.
El destino del hombre no es el dolor, el pecado o la muerte. El hombre fue creado para el Paraíso. Y el Paraíso es el encuentro feliz del hombre
consigo mismo, con el mundo y con Dios.
Ahora bien, siempre que prescindimos de Dios y nos
encerramos en nosotros mismos, creamos situaciones de egoísmo, de orgullo y de
prepotencia y construimos caminos de sufrimiento y de muerte.
Dios nos ha creado para la felicidad y Dios tiene un
proyecto tanto para el mundo como para nosotros para que seamos felices. Pero Dios no impone nada y respeta siempre,
de forma absoluta, nuestra libertad; sin embargo, nos muestra diariamente el
camino hacia esa felicidad que soñó para nosotros.
Dios nos ha creado por amor, el fin de nuestra existencia
no es el fracaso, la disolución en la nada, sino la felicidad sin fin, la
comunión plena con Dios. Sin embargo
constatamos que hay mal en el mundo, pero ese mal es el resultado de nuestras
decisiones equivocadas, de nuestro orgullo, de nuestro egoísmo y
autosuficiencia. Cuando el hombre escoge
vivir orgullosamente sólo, ignorando las propuestas de Dios y prescindiendo del
amor, construye situaciones de egoísmo, de injusticia, de prepotencia, de
sufrimiento, de pecado. ¿Cuáles son los
caminos que yo elijo? El camino de Dios es de felicidad, pero cuando elijo mi
camino prescindiendo de Dios esa felicidad no se hace realidad en mi vida.
La 2ª lectura, de San Pablo a los Romanos, nos propone
dos ejemplos: Adán y Jesús. Adán
representa al hombre que ignora las propuestas de Dios y toma decisiones sin
contar con Dios; Jesús es el hombre que vive obedeciendo a Dios. La forma de actuar de Adán genera egoísmo,
sufrimiento y muerte; la manera de actuar Jesús crea vida plena y definitiva.
Algunos acontecimientos que marcan la historia de nuestro
tiempo confirman que una historia construida al margen de Dios es una historia
marcada por el egoísmo, por la injusticia, por la prepotencia y, por tanto, es
una historia de sufrimiento y de muerte. Cuando el hombre deja de escuchar a
Dios, da fácilmente oídos al lucro fácil, destruye la naturaleza, explota a los
otros hombres, se vuelve injusto y prepotente, sacrifica en provecho propio la
vida de sus hermanos. Todo aquello que
hagamos basado en el pecado y el mal no puede traernos, a la larga, nada bueno
a nuestra vida.
El evangelio de San Mateo, nos presentaba las tentaciones
de Jesús.
Jesús fue probado con tres tentaciones: la primera que
convirtiera las piedras en pan. Se le
propone a Jesús que ponga sus poderes de hijo de Dios al servicio de su
egoísmo, que se olvide del hambre de muchas personas y que se olvide de que el
hambre se acabará cuando el pan se comparta, cuando los hombres vivan la
solidaridad.
La segunda tentación es que se tire de lo más alto del
Templo para que los ángeles lo recojan.
Es la tentación de querer manejar a Dios poniéndolo a prueba, jugando
con Él, sometiéndolo a nuestros caprichos para que haga milagritos
espectaculares como si se tratara de un mago.
La tercera tentación es ofrecerle al Señor riqueza, poder
dominio sobre la gente y los pueblo para que abandone su misión. Se le propone
a Jesús que escoja el triunfo sobre la muerte; el dominio sobre la fraternidad;
la riqueza sobre la solidaridad, la soberbia sobre el amor.
Jesús no sólo fue tentado en el desierto, también durante
su vida fue tentado por amigos y enemigos, por los escribas y fariseos que
intentaban apartarlo de su misión.
Nosotros también somos tentados diariamente. Cuando tenemos que tomar una decisión
importante en nuestra vida, casi siempre se nos ofrecen varias opciones:
cumplir nuestro deber aunque sea difícil de hacerlo, o buscar nuestro interés
personal.
No podemos buscar soluciones fáciles a los problemas, no
podemos buscar que Dios nos lo resuelva todo con un milagro, no podemos
utilizar a Dios para nuestros caprichos, no podemos utilizar a Dios para
servirnos de Él.
Hoy también tenemos la gran tentación de considerar como
bueno lo que hace o dice la mayoría sin tomar en cuenta lo que dice Dios.
La Cuaresma es tiempo para descubrir cuáles son nuestras
tentaciones para superarlas. Dejarlas de
lado. A eso se le llama conversión. Si no hacemos esto, no tiene sentido la
Cuaresma, que debe ser un tiempo para liberarnos de nuestros errores.
Las tentaciones es optar por el camino equivocado en
nuestra vida. Hoy Jesús nos dice que podemos vencer cualquier tentación que se
nos presente, con la ayuda de Dios, para optar por cumplir la misión para la
que Dios nos ha dado esta vida y no apartarnos nunca de Él.