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lunes, 3 de octubre de 2022

 

XXVIII DOMINGO ORDINARIO (CICLO C)

Las lecturas de este domingo, nos dan una lección siempre actual: que hemos de saber dar gracias a Dios.  El amor de Dios es universal y hay que saber corresponder a ese amor con nuestra gratitud.

La 1ª  lectura del 2° Libro de los Reyes, nos recuerda la curación de Naamán de Siria, sanado de la lepra por el Profeta Eliseo.

Naamán, rey de Siria, estaba afectado de lepra. Ni sus curanderos ni sus sacerdotes habían podido curarlo. Pero uno de sus sirvientes había oído hablar de un profeta de Israel que obraba prodigios. El rey se presentó ante Eliseo, pero se sorprendió de su receta: lavarse siete veces en el Jordán. Pero no es el agua la que cura, sino la fe.

El rey recuperó la salud por obedecer la orden de Eliseo. Y con la salud recibió la fe en el Dios de Israel.    Naamán al recobrar la salud se encuentra con el Dios verdadero.  Encontrarse con Dios es el gran reto del hombre sobre la tierra. Quiera o no reconocerlo, así es. Encontrarse con Dios es, sobre todo, el gran reto para un cristiano que, por el hecho de serlo, no quiere decir que lo haya ya encontrado.

Podemos vivir toda una vida llamándonos cristianos y no haber descubierto de verdad a Dios, ni siquiera haberlo conocido. Por eso, hoy es un buen día para colocarnos al lado de Naamán y del leproso del evangelio y ponernos con ellos a los pies de Jesús y suplicarle que nos diga la frase más importante que podemos escuchar en nuestra vida: Vete. Tu fe te ha salvado.

La 2ª lectura de San Pablo a Timoteo, nos recordaba san Pablo que la Palabra de Dios no está encadenada. Tal vez nosotros tengamos que padecer mucho por la Palabra; mas no por eso nos quedaremos mudos, pues aún en medio de grandes tormentos hemos de proclamar el amor que Dios tiene a todos los suyos.  Y no importa que por el Evangelio tengamos que entregar nuestra vida; pues no es la muerte, sino la vida la que tendrá la última palabra en nosotros.  Seamos, pues, fieles a la Palabra de Dios.

El Evangelio de san Lucas nos ha presentado la curación de 10 leprosos.

Tanto los enfermos de lepra como los extranjeros eran marginados en tiempos de Jesús. ¿Por qué? Los enfermos de lepra estaban marginados por dos razones: Nunca se ha dado un trato de privilegio a los enfermos. Pero menos aún si se sospechaba que podían contagiar a los sanos, como era el caso de los leprosos, obligados a vivir en el campo, sin entrar en la población; o se les tenía por impuros y relacionados con los malos espíritus.

Pero, además, por incluirlos entre los pecadores; creían muchas veces que las enfermedades las mandaba Dios como un castigo por los pecados cometidos.

El mensaje de las lecturas de este domingo es tremendamente claro: Jesús está con los marginados de su tiempo, no con los que se creen los elegidos de Dios. También el Señor nos dice con este evangelio que Dios no castiga con las enfermedades. Las enfermedades son degeneraciones de la naturaleza de la que estamos hechos, pero nunca un castigo de Dios porque uno haya pecado. Esto es muy  importante porque en la creencia popular hay muchísimos comportamientos que se deben a esta mentalidad: ¿Qué habré hecho yo para merecer esto?, se preguntan ante cualquier accidente o enfermedad en un hijo o en uno mismo. Y hay que hacer alguna penitencia o promesa para alejar el posible “maleficio” o condena divina. Dios no castiga a nadie y menos con enfermedades.

El evangelio de hoy también nos habla de ser agradecidos.  De los diez leprosos curados uno solo le da las gracias a Jesús por su curación.

Ser agradecido es muy importante. Serlo en las cosas pequeñas, en casa, o  en el trabajo. Y serlo en las cosas  grandes, cuando hemos pedido ayuda y alguien nos ha sacado de una dificultad grave.  Es muy importante ser agradecido porque eso nos hace la vida más amable. Más amable  para quien recibe el agradecimiento, porque se siente apreciado y reconocido. Y más  amable para nosotros, porque así reconocemos la importancia que tienen los demás en  nuestra vida, y sentimos la alegría de poder contar con ellos. 

De hecho, el agradecimiento es una manera de estrechar los lazos entre las personas, y  romper el aislamiento y el egoísmo que a veces cultivamos en nuestra sociedad. 

Y al mismo tiempo que somos agradecidos con los demás, no debemos olvidarnos de ser  agradecidos con Dios. Bien lo sabemos que Él es nuestro Padre y que somos fruto de su  amor. Pero a veces no nos acordamos.  No nos acordamos muchas veces de ponernos ante Dios y decirle gracias porque Él está con nosotros y nos acompaña siempre y nos da  fuerzas para seguir adelante.

Ante el amor, la bondad y la misericordia de Dios sólo cabe la respuesta agradecida del creyente. Gracias Señor.