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lunes, 23 de octubre de 2023

 

XXX DOMINGO ORDINARIO (CICLO A)


La liturgia de este domingo nos dice que el amor es lo que Dios pide, o incluso, el amor es lo que Dios exige a cada creyente. 

La 1ª lectura del libro del Éxodo nos ha relatado cómo el pueblo de Israel, una vez que se estableció como pueblo y se organizaron socialmente se olvidaron que una vez fueron pobres y cerraron su corazón a los necesitados y muchas veces se convirtieron en opresores, aprovechándose de los inmigrantes pobres, viudas y huérfanos. 

Si le echamos una mirada a nuestro mundo, vamos a descubrir que esta situación que se denuncia en esta lectura sigue estando presente entre nosotros.  Hay muchísimos pobres que sólo cuentan con sus manos para trabajar, que no tienen tierra, ni dinero, ni conocimientos, ni influencias y por lo tanto son mano de obra barata. 

Cuantas personas hoy son explotadas, utilizadas, maltratadas, condenadas a una vida solitaria.  Cuántos enfermos incurables son abandonados, condenados a la soledad, y a veces los escondemos y evitamos que los vean.  Necesitamos aprender que todos los hombres y mujeres, sobre todo los más débiles, los más necesitados, los más abandonados, deben ser respetados, protegidos y amados.

Dios no acepta un mundo construido de esta forma y por lo tanto, nosotros como creyentes, no podemos tolerar estas situaciones en las que se violan los derechos y la dignidad de los pobres.  ¿Podemos ser cristianos y a la vez se explotadores de los más necesitados? 

Hoy Dios nos dice que Él está a favor de los débiles, de los necesitados.

La 2ª lectura de san Pablo a los Tesalonicenses nos pone el ejemplo de unos cristianos: los tesalonicenses.  Ellos son el prototipo, son ejemplo de una comunidad cristiana, de una Iglesia, que se destacó por su fidelidad al Evangelio de Jesús.

Estas personas habían experimentado que los ídolos no salvaban a nadie.  Y aceptaron el mensaje evangélico.  Por eso san Pablo da gracias a Dios. 

El buen ejemplo, la buena conducta, es como una semilla que ofrece muy grandes cosechas calladamente.  La fe cristiana es como una semilla que germina en buenas obras.  Por eso es necesario sembrar el mensaje de Dios, practicarlo, difundirlo, proclamarlo.  No lo podemos callar.  Es pues, con nuestro ejemplo como tenemos que evangelizar a este mundo que quiere prescindir de Dios.

Por ello, quien conoce a Dios, debe abandonar los ídolos, quien conoce el bien tiene que alejarse del mal, quien conoce la verdad tiene que dejar atrás el engaño.  Seamos ejemplo de vida cristiana para todos los que nos conozcan.

El Evangelio de san Mateo nos recuerda lo esencial, lo verdaderamente importante, el único mandamiento que realmente hay que cumplir, porque cumpliendo éste se cumple con todo lo demás.

Hay que amar al Señor durante toda la vida, pero hay que amar al prójimo también con corazón sincero. 

El amor a Dios y al prójimo hay que expresarlo con todas las facultades del hombre: corazón, alma, ser.  Hay que amar a Dios y al prójimo en plenitud.  Por lo tanto lo que no te gusta a ti, no se lo hagas al prójimo.  Hay que amar al prójimo como a uno mismo.

Pero no olvidemos esto que Jesús nos dice amar al prójimo como a ti mismo.  Hay un deber de amarnos a nosotros mismos, esto no quiere decir ser egoísta.  Hay que aceptarse a uno mismo, amarse a uno mismo para poder amar a los demás.  Yo creo que muchos cristianos son incapaces de amar y aceptar a los demás, porque son incapaces de amarse y aceptarse a sí mismos.

Hay que aprender a amar y esto sólo lo haremos si empezamos amándonos.  El amor al prójimo es la medida para amar a Dios.

¿Y quién es mi prójimo?  Los que me caen bien y los que me caen mal, todos son mis prójimos.

Un día Jesús dijo: “Amaos los unos a los otros”  y nosotros hemos entendido: “Armaos los unos contra los otros”.

“Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.  Quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve”.