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miércoles, 2 de agosto de 2023

 

LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR (CICLO A)


Celebramos hoy la fiesta de la Transfiguración de Jesús.  Jesús torna consigo a sus discípulos más íntimos y los lleva a una “montaña alta”. No es la montaña a la que le ha llevado el tentador para ofrecerle el poder y la gloria de “todos los reinos del mundo”. Es la montaña en la que sus más íntimos van a poder descubrir el camino que lleva a la gloria de la resurrección.

El rostro transfigurado de Jesús “resplandece como el sol” y manifiesta en qué consiste su verdadera gloria. No proviene del diablo sino de Dios su Padre.

Junto a Jesús aparecen Moisés y Elías. No tienen el rostro resplandeciente, sino apagado. No se ponen a enseñar a los discípulos, sino que “conversan con Jesús”. La ley y los profetas están orientados y subordinados a Él.

La escena de “la transfiguración de Jesús” concluye de una manera inesperada. Una voz venida de lo alto sobrecoge a los discípulos: “Este es mi Hijo amado”: el que tiene el rostro transfigurado. “Escuchadle a Él”. No a Moisés, el legislador. No a Elías, el profeta. Escuchad a Jesús. Sólo a Él.

“Al oír esto, los discípulos caen de bruces, llenos de espanto”. Les aterra la presencia cercana del misterio de Dios, pero también el miedo a vivir en adelante escuchando sólo a Jesús. La escena es insólita: los discípulos preferidos de Jesús caídos por tierra, llenos de miedo, sin atreverse a reaccionar ante la voz de Dios.

La actuación de Jesús es conmovedora: “Se acerca” para que sientan su presencia amistosa. “Los toca” para infundirles fuerza y confianza. Y les dice unas palabras inolvidables: “Levantaos. No temáis”. Poneos de pie y seguidme. No tengáis miedo a vivir escuchándome a mí.

En la Iglesia tenemos miedo a escuchar a Jesús. Un miedo soterrado que nos está paralizando hasta impedirnos vivir hoy con paz, confianza y audacia tras los pasos de Jesús, nuestro único Señor.

Probablemente es el miedo lo que más paraliza a los cristianos en el seguimiento fiel a Jesucristo. En la Iglesia actual hay pecado y debilidad pero hay, sobre todo, miedo a correr riesgos.

Hay miedo para asumir las tensiones y conflictos que lleva consigo el buscar la fidelidad al Evangelio. Nos callamos cuando tendríamos que hablar.

Miedo a hablar de los “derechos humanos” dentro de la Iglesia. Miedo a reconocer prácticamente a la mujer un lugar más acorde con el Espíritu de Cristo.

Hay miedo a anteponer la misericordia por encima de todo, olvidando que la Iglesia no ha recibido el “ministerio del juicio y la condena”, sino el “ministerio de la reconciliación”.

Tenemos miedo a la innovación, pero no al inmovilismo que nos está alejando cada vez más de los hombres y mujeres de hoy. Se diría que lo único que hemos de hacer en estos tiempos de profundos cambios es conservar y repetir el pasado. ¿Qué hay detrás de este miedo? ¿Fidelidad a Jesús o miedo a poner en “odres nuevos” el “vino nuevo” del Evangelio?

Tenemos miedo a unas celebraciones más vivas, creativas y expresivas de la fe de los creyentes de hoy, pero nos preocupa menos el aburrimiento generalizado de tantos cristianos buenos que no pueden sintonizar ni vibrar con lo que allí se está celebrando. ¿Somos más fieles a Jesús urgiendo minuciosamente las normas litúrgicas, o nos da miedo “hacer memoria” de Él celebrando nuestra fe con más verdad y creatividad?

Tenemos miedo a la libertad de los creyentes. Nos inquieta que el pueblo de Dios recupere la palabra y diga en voz alta sus aspiraciones, o que los laicos asuman su responsabilidad escuchando la voz de su conciencia. ¿Tenemos miedo a escuchar lo que el Espíritu puede estar diciendo a nuestras iglesias? ¿No tememos apagar el Espíritu en el pueblo de Dios?

En medio de su Iglesia Jesús sigue vivo, pero necesitamos sentir con más fe su presencia y escuchar con menos miedo sus palabras: “Levantaos. No tengáis miedo”.

lunes, 31 de julio de 2023

 

XVIII DOMINGO ORDINARIO (CICLO A)


La liturgia de este domingo, la podríamos resumir en unas palabras: el milagro de compartir.

La 1ª lectura del profeta Isaías nos hace tomar conciencia de que gastamos mucho tiempo y muchas energías en lo que realmente no nos llena ni nos da la felicidad.  Debemos alimentarnos de algo más que de cosas materiales.

“venid a mí: escuchadme y viviréis”, nos decíael profeta Isaías. Estas palabras están llenas de verdad.  Mientras que el Señor nos ofrece lo mejor, sin pagar nosotros nada, vamos ansiosos de aquí para allá y tiramos y tiramos el dinero y la vida, comprando un pan que no alimenta y unos manjares que no satisfacen. 

Todos buscamos disfrutar tanto de la vida y nos damos cuenta, con todas las consecuencias, de que nuestro corazón es demasiado grande para que pueda saciarlo nada ni nadie, excepto Dios que nos ha creado.  San Agustín lo dijo con una frase memorable: “Nos creaste para Ti, Señor, y nuestro corazón está intranquilo mientras no descanse en Ti”.

El profeta nos invita a poner nuestros ojos en Dios que será el único que saciará nuestros deseos y nuestra hambre.

La 2ª lectura de San Pablo a los romanos nos recuerda, que nada debe apartarnos del amor de Dios. 

Las dificultades, las persecuciones, no son suficientemente fuertes como para derrotar al cristiano.  Ciertamente que tendremos que pasar por pruebas, problemas, incluso por la muerte.  Pero la presencia de Cristo a nuestro lado nos hará triunfar sobre cualquier enemigo que tengamos.  Nada nos puede separar del amor de Dios, excepto el pecado, es decir, nuestra decisión de no querer acoger el amor de Dios.

El Evangelio de san Mateo nos ha presentado el relato de la multiplicación de los panes y los pescados. 

Jesús para realizar el Milagro pide colaboración. Cuando un muchacho ofrece lo que tiene, cuando pone lo suyo a disposición de los demás se realiza el milagro.  Cuando se comparte, Dios hace el milagro de que haya para todos y aún sobre.

Lo que a uno le sobra, a otro le falta. Lo que para uno puede ser ya innecesario para otros puede ser algo esencial. Muchos vivirían dignamente como personas con lo que les sobra a muchos otros.


¿Te has puesto a pensar cuántas cosas abundan en tu corazón y que pudieras compartir con los demás? Y no siempre se trata de llenar estómagos vacíos. No solo el estómago tiene necesidades. Hay otras muchas necesidades vitales en el corazón humano.

En tu corazón abunda y sobra mucho amor. No lo desperdicies dándolo solo a tus amigos, a los que tienes cerca o a los que te caen bien. Hay tanta gente hoy necesitada de un poco de cariño, de un poco de amor. Gente que se muere de hambre de pan, pero también de hambre de un poco de amor y de cariño. Comparte el amor que sobra en tu corazón que es mucho. ¡Que no se pierda nada del amor que es capaz de dar tu corazón!

En tu corazón abunda la bondad. No la des solo a quienes ya tienen suficiente. ¡Como siempre nos han enseñado a ver todo lo que llevamos de malo, ya nos hemos olvidado de reconocer toda la bondad que brota de nuestro corazón! Porque hay muchos que están necesitados: de una palabra de cariño, de un gesto de bondad que les haga sentirse mejor. 

En tu corazón abunda y sobra el tiempo. ¿Sabes cuánto tiempo tienes de sobra? Examina bien cómo administras tu tiempo y verás que tienes tiempo de sobra. ¿Y por qué no dedicar un poco de tu tiempo a quienes viven solos, sin tener con quien hablar, sin que nadie los visite? A eso que cada día se están muriendo en su soledad, en la soledad de su corazón.  Enfermos que nadie visita. Ancianos que nadie les hace compañía. Niños que carecen de hogar y de familia. Regalarles un poco de ese tiempo que a ti te sobra, sería como devolverles un poco de vida que no tienen.

En tu corazón abunda la generosidad. Es posible que haya mucho de egoísmo dentro de ti. Todos llevamos demasiado. Pero aun así, ¿te das cuenta de cuánta generosidad hay dentro de tu corazón? No la repartas sólo con los que ya tienen demasiado. ¡Hay tantos necesitados de eso que a ti te está sobrando!  No te piden que se la regales toda. Basta que les regales todo lo que tienes de sobra para ti y para los tuyos.

En tu corazón abunda la alegría.  ¿No podías compartir un poco de ella con tanta gente que vive triste, angustiada, desolada, desconsolada?

En tu corazón te sobra paciencia.  ¿Qué ancianos son insoportables? Regálales un poco de la paciencia que te sobra. ¿Que los vecinos ya no los aguantas? Regálales algo de la paciencia que te sobra.

Si te miras por dentro, te darás cuenta de cuántas cosas sobran en tu vida, que no sabes qué hacer con ellas.  Hagamos el milagro de compartir todas esas cosas que nos sobran y que tenemos almacenadas en nuestro corazón y veremos cómo se produce el milagro.