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lunes, 16 de mayo de 2022

 

VI DOMINGO DE PASCUA (CICLO C)

Homilia – Página 13 – Noticias

La liturgia de este domingo de Pascua nos presenta la promesa de Jesús de acompañar permanentemente a su comunidad.  No estamos solos en la vida, Jesús resucitado va siempre con nosotros.

La 1ª lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles nos presenta un problema muy serio que vivieron las primeras comunidades cristianas y que provocó fuertes enfrentamientos dentro de ellas.

Algunos de los primeros cristianos no se habían desprendido de todas las leyes judías y defendían que había que cumplir ciertas leyes judías.  Con esto, cerraban la puerta a muchos que querían hacerse cristianos pero no eran judíos.  

Los apóstoles, reunidos en asamblea y bajo la luz del Espíritu Santo decidieron que para ser cristiano era suficiente seguir la doctrina y el Evangelio de Cristo.  No era necesario hacerse judío para ser cristiano.

Nos decía la lectura: “hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros”  Nuestro mundo de hoy está marcado por el individualismo, fruto de ideologías y de nuestra misma cultura que nos hace que nos aislemos de los demás.  Por nuestra forma de pensar y nuestra manera de vivir confundimos, a veces, la verdad, con nuestra verdad, y creemos que siendo la nuestra la única verdad, los que no piensan como nosotros, los que no están de acuerdo con nosotros, están equivocados.  Por eso surgen las confrontaciones y las divisiones.  Para evitar esta dificultad y llegar a un consenso, nada mejor que encontrarse en diálogo sincero, nada mejor que dejarnos guiar por el Espíritu Santo a la hora de tomar una decisión importante en nuestra vida.

La Iglesia de hoy, al igual que las Comunidades cristianas primeras, están constituidas por hombres y no por ángeles. Pero la Iglesia, a pesar de estar integrada por hombres, es la Iglesia de Cristo Jesús, y está iluminada y orientada por el Espíritu de Dios.

Los errores e incertidumbres se resuelven, por consiguiente, bajo la iluminación del Espíritu Santo y la presencia del mismo Jesús “hasta el final de los tiempos”.

La 2ª lectura del libro del Apocalipsis nos presenta la imagen de la Iglesia celestial.

Todos estamos llamados a formar parte de esa Iglesia celestial.  Para ello debemos, ya desde ahora, ir asemejándonos cada vez más a Cristo.  Por eso, sabiéndonos pecadores, no debemos dejarnos llenar más de tinieblas en nuestra vida, tinieblas que nacen de la maldad del corazón, sino que hemos de estar en una continua conversión, para manifestar al mundo nuestra fe en el Señor.

Seamos, conforme al mandato del Señor, luz que ilumine a todas las naciones, pues la Iglesia es el regalo que Dios ha dado al mundo, para que por medio de la Iglesia y unidos al Señor encontremos la salvación y el camino que nos conduce a Dios.

En el Evangelio de san Juan, Jesús habla de amarlo a Él.  Ama a Jesús quien cumple sus palabras; no lo ama quien no las cumple.  ¿Amamos  a Jesús?  

A veces, expresamos muy poco nuestro amor a Jesús. Hay muchas personas que pueden pasar días y días, pueden incluso ir a misa… sin tener unos momentos de conversación con Él, sin dirigirle unas palabras que salgan del corazón.  No es un amor sólo verbal, teórico. “El que me ama, dice, cumplirá mi palabra”.  No siempre tenemos en cuenta las palabras de Jesús cuando llega el momento de aplicarlas a nuestra vida de cada día.  Y entonces pasamos a formar parte de los que no hacen caso de sus palabras y, por lo tanto, de los que no lo aman o no lo aman lo suficiente.

Pero el evangelio de este domingo también nos habla de paz.  Pero con la paz ocurre como con otras muchas palabras como amor, solidaridad, que a fuerza de repetirlas pierden la fuerza del sentido original.

A la hora de hablar de paz muchas veces lo que realmente sucede es que los cañones y los rifles han callado, aunque sigan manteniéndose situaciones de injusticia y opresión. Lo mismo ocurre a nivel familiar, de vecinos o de parroquia. Y así, por ejemplo, cuando hay un enfrentamiento o una discusión fuerte solemos decir, “haya paz” para calmar los ánimos; y eso está bien. El problema es que todo se quede en eso, en que se calmen los ánimos, pero no se produzca entendimiento, ni comprensión del otro, ni reconciliación. Y puede haber paz pero, continúan los rencores y los odios.

Para resolver los conflictos hemos de hacer una opción: o escogemos la vía del diálogo y del mutuo entendimiento, o seguimos los caminos de la violencia y del enfrentamiento destructor.

Frente a esta “cultura de la violencia” que tanto se ha cultivado entre nosotros, necesitamos promover hoy una “cultura de la paz”.  Esta “cultura de la paz” exige buscar la eliminación de las injusticias sin introducir otras nuevas y sin aumentar más las divisiones. Una “cultura de paz” exige además crear un clima de diálogo social promoviendo actitudes de respeto y escucha mutuos. La “cultura de paz” se basa siempre en la verdad. Deformarla o manipularla al servicio de intereses partidistas o de estrategias oscuras no conduce a la verdadera paz. La mentira y el engaño al pueblo engendran siempre violencia.

La “cultura de paz” sólo se asienta en una sociedad cuando las personas están dispuestas al perdón sincero, rechazando sentimientos de venganza y revancha. El perdón ayuda a construir el futuro para todos.