Vistas de página en total

lunes, 15 de septiembre de 2025

 


Las Lecturas del día de hoy nos llevan a reflexionar sobre el recto uso del dinero y de los bienes materiales.

La 1ª lectura del profeta Amós es una denuncia contra todas aquellas personas que sin ningún tipo de escrúpulos se enriquecen a costa del pobre.

Una de las constantes en la historia de la humanidad es que hay gente que engaña a los demás para su propio beneficio.  La corrupción está, por desgracia, muy presente en nuestro mundo.  Hay gente que cobra más de la cuenta; aumentan los precios; utilizan pesos con trampa. Cuantas veces nos venden como bueno un producto que en realidad es malo.

Cuánta especulación no se hace con los productos de primera necesidad.  Pensemos lo que sucede con los medicamentos, indispensables para combatir las enfermedades y que son vendidos a precios que no los pueden comprar muchas personas.

Pensemos también en todos esos productos adulterados, que algunos comerciantes venden y que ponen en peligro la salud de las personas.

Pensemos en los bancos, cuantas veces obtenemos un crédito y cuánto dinero más hemos de pagar por ese crédito que nos han dado.  ¡Cuánta impunidad hay, porque la explotación está legítimamente organizada!

Cuántas personas hay que pisotean al pobre, lo compran por dinero y como hay necesidad de trabajar se explota al trabajador con sueldos mínimos.

Pues Dios, nos dice hoy el profeta Amós, no soporta la injusticia y la opresión.  Dios no está del lado de los opresores, y cualquier injusticia contra el prójimo es un crimen contra Dios.

La 2ª lectura de San Pablo a nos recomienda que recemos por todos los hombres y especialmente por los gobernantes.

Debemos aceptar a los dirigentes, especialmente los que han sido elegidos democráticamente. Pero no tenemos por qué callar ante sus injusticias y estrategias de poder. El cristiano vive en el mundo y debe saber vivir en libertad.  Es necesario elevar las manos al cielo para pedir la paz y la concordia, sin cólera, sin odios ni rencores, por el buen gobierno en todas las naciones.

Cuántos males existen hoy porque no rezamos suficientemente; cuánto odio, envidia y divisiones porque no rezamos suficientemente.  Debemos orar por todos como lo hacía Jesús.

El Evangelio de san Lucas nos decía Jesús: “no podéis servir a Dios y al dinero”.

Nadie puede servir a la verdad y a la mentira al mismo tiempo. Nadie puede ser luz y sombra a la vez. Nadie puede decirse creyente e incrédulo al mismo tiempo. O somos una cosa o no lo somos. O estamos en la verdad o en la mentira. Nada de componendas y arreglos para que la mentira parezca verdad.

O somos o no somos cristianos. Nada de ponerle cremas a la mentira y al engaño. Nada de ponerle cremas a la infidelidad y al amor. Si somos infieles no podemos decir que amamos, porque nadie podrá decir que amamos mintiendo y engañando.

Jesús hace una afirmación bien clara: no se puede servir al dinero y a Dios al mismo tiempo.  Es decir, el Evangelio de hoy es un aviso: hay que vivir en la verdad. Nada de camuflajes y engaños.

O somos Iglesia o no lo somos. O Dios es el centro de nuestra vida o no lo es.

Jesús no dice que el dinero sea malo. No dice que no tengamos dinero. Lo que nos dice es que no seamos “esclavos”, “siervos” del dinero,

Un poco de dinero puede salvar muchas vidas que hoy se mueren de hambre, de falta de medicinas, de falta de una vida humanamente digna.

El problema está cuando el dinero no sirve, sino que servimos al dinero. Entonces el dinero puede esclavizar. Nos esclaviza cuando se convierte en el Dios de mi corazón.

Nos esclaviza cuando nos hacemos insensibles a las necesidades de los demás.

Nos esclaviza cuando vivimos  para tener y no para ser.

Nos esclaviza cuando se convierte en una especia de dios en el bolsillo, encerrado en la billetera.

Jesús nos recomienda una y mil veces que nuestro corazón no esté pegado al dinero ni a ninguna otra cosa material.  “No se puede servir a Dios y al dinero” al mismo tiempo.