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lunes, 14 de junio de 2021

 

XII DOMINGO ORDINARIO (CICLO B)

La liturgia de este domingo nos habla de las diferentes “tempestades” por las que podemos pasar a lo largo de nuestra vida y cuál debe de ser nuestra actitud cristiana ante esas situaciones.

La 1ª lectura del libro de Job es la respuesta de Dios a los reclamos, lamentos y preguntas que Job le hacía, motivado por sus desgracias, sus sufrimientos y las pérdidas que había sufrido en su familia, su salud, sus bienes.  Dios da a entender a Job, y a todos nosotros, que no podemos luchar, discutir con Dios, ni reclamarle.

Muchas veces a lo largo de la historia los creyentes han tenido la impresión de que el mundo se le ha escapado de las manos a Dios y ha caído bajo el poder del mal. Job, en su discusión contra Dios, expresaba ya esa visión pesimista del mundo.

Dios le abre los ojos a Job para mostrarle y mostrarnos como Él está continuamente luchando contra el mal.  El mal a pesar de todo el daño que nos hace y que hace a este mundo tiene establecidos unos límites, no tiene la última palabra.

Los lamentos de tantos cristianos ante la situación del mundo y de la Iglesia son fruto de la falta de fe.  La fe significa apoyarse sobre el fundamento sólido de Dios.  Cuando no hay una fe sólida, somos capaces hasta de juzgar a Dios.  Lo que tenemos que hacer es confiar en Dios y así estaremos serenos en las tempestades, alegres en los sufrimientos y llenos en las carencias.

La 2ª lectura de san Pablo a los Corintios nos exhorta a no valorar a nadie por criterios humanos.  En nuestra sociedad valoramos a las personas por lo que tienen, o por sus ideas políticas, o por su religión.  Toda persona tiene el mismo valor, un valor sagrado, el máximo. No es que unas personas valgan menos que otras o que unas vidas tengan más valor que otras. No, para Dios todos somos sus hijos igualmente queridos y amados. 

Esto habría que explicárselo bien a los que organizan las guerras, a los que desprecian a otros porque son extranjeros o porque no son de su misma tierra, o de su misma raza o religión, o de ideas políticas diferentes, a los que abusan de los demás porque se creen superiores. Esas actitudes son intolerables en un cristiano y Dios nos pedirá responsabilidades de cómo hemos valorado y tratado a sus hijos, nuestros hermanos.

En el Evangelio de san Marcos Jesús reprende a sus discípulos por su falta de fe al dejarse llevar por el miedo.

Jesús también nos reprende hoy a nosotros y nos invita a pensar en nuestros miedos y cobardías y en sus consecuencias por nuestra falta de fe. Nos invita el Señor a pensar en nuestras cobardías ante la presencia del mal tanto en nuestra vida como en la sociedad.

El enemigo principal de nuestra fe es el miedo.  El miedo paraliza la capacidad de pensar y de actuar.  El miedo nos quita la posibilidad de decir lo que pensamos; nos condena al silencio.  El miedo hace que nos hagamos fuertes con los débiles y débiles ante los fuertes.  Cuando actuamos así, no podemos decir que sea Jesús quien conduce nuestra vida, al contrario, nuestra vida se convierte en un juguete de múltiples intereses.

El miedo nos aparta de nuestro deber de hacer justicia, nos hace apropiarnos de lo que no nos pertenece, a callarnos ante las injusticias y ante los injustos, a no cumplir con nuestra obligaciones legales, a apoyar con nuestro voto a candidatos que sabemos que no van a trabajar por buscar soluciones de paz y justicia, sino que van a trabajar para ellos mismos.

El miedo nos impide cumplir lo que el Señor nos pide.  Jesús nos dice que no nos podemos dejar dominar por el miedo, que hemos de controlarlo.

Ante la realidad del mal, del dolor, de la injusticia, de la violencia, la respuesta humana ha de ser responder haciendo lo posible por suprimirlo o al menos disminuirlo.

Hemos de empezar por perder el miedo a decir “no sabemos, no entendemos, no lo tenemos claro”… porque sabemos que contamos con la ayuda del Señor.
Nuestra fuerza es la fe y la esperanza en el Dios que nos ama y nos sostiene. Solo así con amor y esperanza es posible seguir en la barca, luchando contra la tempestad, contra los males aunque no los comprendamos, sabiendo que Jesús está con nosotros.