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lunes, 7 de noviembre de 2022

 

XXXIII DOMINGO ORDINARIO (CICLO C)


Estamos en la penúltima semana del año litúrgico y las lecturas de hoy nos hacen reflexionar sobre el sentido de la salvación y nos dicen que la meta final hacia la que Dios nos conduce es el nuevo cielo y la nueva tierra de felicidad plena y de vida definitiva.

La 1ª  lectura del profeta Malaquías, nos habla del final del mundo y de una especie de juicio final tanto para los injustos como para los justos.  Ese día, el día del Señor, finalmente habrá justicia, esa justicia que recompensará a los buenos y castigará a los malos.

El deseo de la justicia divina ha recorrido toda la historia de la humani­dad desde el origen hasta nuestros días.    El hombre, ante la adversidad siempre ha dirigido sus ojos al cielo pidiendo justicia.  Justicia para los que lo pasan mal, justicia para los explotados de esta tierra,  justicia para los pobres y enfermos, justicia ante la muerte injusta de los buenos. Ese día llegará con la venida última del Señor.  

En la 2ª lectura, de San Pablo a los Tesalonicenses, escuchábamos como algunos habían dejado de trabajar y San Pablo les dice que quien no trabaje que no coma. El motivo de dejar de trabajar era la proximidad, de la llegada del reino de Dios, del final del mundo.

San Pablo exhorta a los tesalonicense, y a nosotros también, que debemos ser buenos cumplidores en nuestros trabajos. San Pablo nos habla hoy sobre el valor y la dignidad del trabajo. 

Algunos cristianos vivían ociosamente. Y, a pesar de no hacer nada, a pesar de no aportar nada a la comunidad, se entremetían en todo, algo que sigue ocurriendo hoy en día.  Pablo les rogó a todos los miembros de la comunidad, por Cristo nuestro Señor, que trabajaran, que se ganaran la vida. Sabía él que el trabajo, bien hecho, es fuente de paz y alegría.  El trabajo nos dignifica, hace que nos sintamos personas útiles ya que estamos contribuyendo a hacer un mundo mejor.

El trabajo es el medio normal de subsistencia en este mundo pero también es el medio en el cual el ser humano desarrolla las virtudes humanas. La fe cristiana nos enseña a no dejar nuestro trabajo para que lo hagan otros.  La persona que deja el trabajo para el compañero da un mal ejemplo cristiano.

El Evangelio de San Lucas nos habla del fin del mundo.  El fin del mundo es algo que llegará, eso, todos lo sabemos y lo aceptamos, pero lo que no sabemos es cuándo llegará.  Lo que si es cierto es que todos estamos, poco a poco, fabricando ese fin del mundo.

Hoy también debemos nosotros escuchar la advertencia de Jesús    “Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos”.

Hoy hay muchos que nos quieren engañar.  Nos engaña la publicidad que pretende convertir al hombre en un “ser-para-consumir”, y terminamos trabajando para poder comprar cada día más cosas.

Nos engañan los políticos, para quienes el pueblo no es más que un voto cada elección, y el hombre sólo un resignado consumidor de esperanzas no cumplidas, de palabras engañosas.

Nos engaña la ciencia y la técnica asegurándonos que lo van a resolver todo o casi todo a muy breve plazo.  Aunque los médicos sigan sin tener una vacuna realmente eficaz contra algo tan viejo como la gripe.  Es cierto que la ciencia progresa, que muchos problemas se van resolviendo, pero ¿lo resolverá todo?

Nos engañan los medios de comunicación social, tan frecuentemente parciales, vendidos al mejor postor, o incluso transmitiendo falsedades nacidas unas veces de mala voluntad, otras del interés partidista y algunas de la ignorancia.  Y pretenden engañarnos al querer decirnos qué y cómo debemos pensar, razonar, valorar, buscar, entender y hacer.

Nos pretenden engañar la droga, la música, el vídeo, la moda, la astrología, las «escuelas de meditación trascendental», el deporte…, cosas muy sanas muchas de ellas, si permaneciesen en su lugar de “medios de entretenimiento” en lugar de convertirse -como ha sido para muchos- en “fines en la vida”.

Jesús nos dice hoy: “Que nada de todo esto os engañe; nada de todo esto es la salvación del hombre, ni el sentido de su vida, ni su primordial preocupación”. Todas ésas son cosas que deben ponerse en su sitio, no supravalorarlas. Entonces, ¿qué es lo importante? Lo importante es ganar la vida; ganarla de verdad y del todo. Porque hay un engaño muy frecuente: “Creer que” uno está ganando la vida porque gana dinero, fama, poder, prestigio, comodidad, placer.

Jesús no invita hoy a mantenernos firmes en nuestra fe, a pesar de todos estos engaños de felicidad que nos ofrece la sociedad, porque la vida, la verdadera vida solo nos la da Dios.