I DOMINGO DE CUARESMA (CICLO B)
Un año más, iniciamos este tiempo de gracia que es la Cuaresma. La Cuaresma es la gran invitación que Dios nos hace a dejarnos amar por Él. Por eso debemos aprovechar este tiempo especial para dar frutos de conversión. Esta Cuaresma debe ser para nosotros un tiempo de cambio. A veces nos cuesta creer en la posibilidad de cambiar. Parece difícil poder cambiar. A veces nos parece imposible. Quizás alguna vez lo hemos intentado. Pero lo más importante para cambiar es fiarse de Dios. Para Dios nada hay imposible.
La 1ª lectura del libro del Génesis nos ha hablado del diluvio universal. Sólo Noé y su familia se salvaron de este diluvio por su fidelidad a Dios.
Dios tiene que intervenir en el mundo porque la humanidad se había alejado de Dios y vivía en pecado. Dios tiene que intervenir para corregir a la humanidad, porque el pecado es incompatible con Dios. El pecado destruye la vida y asesina la felicidad del hombre; por eso, tiene que ser eliminado de nuestra existencia.
Después del diluvio comienza una nueva etapa para la humanidad, una etapa en la que se hace presente la bendición de Dios y el compromiso de fidelidad manifestado por Noé.
La Cuaresma es tiempo propicio que debemos aprovechar para: el reconocimiento de nuestros pecados y el ruego de perdón a Dios mediante el Sacramento de la confesión, la acogida de la Palabra de Dios, del Evangelio de Jesús, como Buena Noticia, frente a las desconsoladoras noticias de cada día, intensificar la oración y la recepción de los Sacramentos que, en estos días, serán como el “Arca de Noé” que nos llevará a vivir una vida nueva más cerca de Dios nuestro Padre.
La 2ª lectura de la primera carta de san Pedro nos recuerda que con la muerte y la resurrección de Jesús, Dios hace un nuevo y definitivo pacto con los hombres, pacto que queda sellado con el sacramento del Bautismo.
El agua del diluvio fue el elemento purificador del mundo, y el arca fue el instrumento por medio del cual Noé y su familia salvaron la vida. Nosotros, por el agua del bautismo somos purificado del pecado y formamos parte de la vida de Dios; una vida nueva que podemos disfrutar gracias a la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo.
Si el arca de Noé tuvo que realizar una travesía por medio de las aguas del diluvio, nosotros hemos hecho también una travesía desde la orilla del pecado hasta la cercanía con Dios, por medio de Jesús. Este camino no es fácil, por eso san Pedro nos invita a mirar el ejemplo de Jesús que sufrió siendo inocente para salvar a los culpables.
Ahora, en esta Cuaresma, se nos ofrece la posibilidad de caminar durante 40 días hasta la alegría de la Pascua, símbolo de nuestra llegada a puerto. Y será travesía de tranquilidad si la realizamos de la mano del Señor por medio de la oración, los Sacramentos, y el compromiso cristiano de fidelidad a Dios.
El Evangelio de san Marcos nos ha narrado las tentaciones de Jesús en el desierto y la llamada a la conversión.
El hombre moderno ha ido perdiendo el “sentido de Dios” pero esta pérdida de fe religiosa no le ha hecho ser más humano. Para el hombre no tendrá sentido el Evangelio como Buena Noticia, mientras no llegue a aceptar la invitación de Jesús: “Convertíos y creed en el Evangelio”. La Cuaresma nos invita a reflexionar sobre nosotros mismos y, al reconocernos pecadores, a dar un salto hacia adelante para alcanzar el perdón de Dios por medio de una sincera conversión.
¿Y cómo podemos arrepentirnos, sino escuchamos a Dios? ¿Y cómo podemos escuchar, si no hacemos silencio en nuestro corazón? Es necesario hacer callar muchas voces y mucho ruido cotidiano, para oír mejor la llamada de Jesús, a cambiar, a renovarnos, a revisar la gracia de nuestro bautismo, a morir al pecado y resucitar a Cristo.
Tengamos confianza en Dios. Arrepintámonos de todo nuestro mal, de todo lo que impide que seamos auténticos hijos de Dios. Y si hacemos esto, Cristo vencerá el mal que hay en nosotros y nos ayudará a que nos convirtamos. En esta Cuaresma debemos ver todo lo que hay de desorden en nuestras vidas y ordenar nuestras vidas según los criterios del Evangelio.
Mirando a nuestro alrededor vemos que los hombres están insatisfechos, pero no se sienten pecadores. Por eso la Cuaresma y la invitación al arrepentimiento y conversión resultan incomprensibles e inaceptables para muchos.
No ha de ser así entre nosotros. Para disfrutar la alegría del perdón y el gozo de nuestra liberación, tenemos que reconocer nuestra condición de pecadores. Daremos un paso adelante en el camino de la conversión si hacemos de la Cuaresma un verdadero camino en el que facilitemos un mayor encuentro con Dios por la oración, los Sacramentos y la vida austera.
La Cuaresma es para preguntarnos ¿quiero hacer caso a Cristo? ¿Quiero escuchar su predicación, acoger su reino y creer de verdad?
Dejemos que hoy Cristo nos hable. No nos hagamos los sordos. Ojalá que hoy lo escuchemos y le hagamos caso.