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lunes, 3 de agosto de 2020

XIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO A)

Las lecturas de este domingo nos hablan de un Dios que se revela cercano al hombre, de un Dios que nos quita nuestros temores y nuestros miedos.

La 1ª lectura del primer libro de los Reyes nos relata el encuentro de Elías con Dios.

En nuestro mundo actual hay demasiado ruido; demasiados gritos; las armas no están calladas.  Intentar encontrarse con Dios en medio de este estilo de vida que vivimos es a veces muy difícil. Todos los seres humanos queremos buscar a Dios y encontrarnos con Él, pero a Dios no lo vamos a encontrar en la violencia, el ruido, en la guerra, en la prisa con la que vamos siempre viviendo nuestra vida.

Si queremos encontrarnos con Dios, es necesario hacer silencio en nuestra vida para reflexionar y orar.  Es en la serenidad y tranquilidad donde vamos a sentir el suave murmullo de Dios, donde vamos a sentir la caricia de Dios y donde vamos a encontrar paz.

Cuando estemos angustiados, cuando pasemos por momentos de sufrimientos, en nuestras dudas, no nos cansemos nunca de buscar a Dios, pero busquemos a Dios con sencillez, con humildad y Él se hará presente en nuestra vida, no de una manera espectacular sino de una manera sencilla como lo hizo con el profeta Elías.

La 2ª lectura de san Pablo a los romanos nos manifestaba la gran pena que san Pablo sentía por su pueblo, ya que, habiendo sido elegido el pueblo judío como el nuevo pueblo de Dios, no aceptaron a Jesús como su Mesías y Salvador.

Esta lectura es una gran advertencia para nosotros.  A nosotros se nos ha ofrecido el conocimiento de Dios, se nos ha ofrecido la fe, la Buena Noticia de la Salvación.  ¿Cuál es nuestra aptitud? ¿Aceptamos a Cristo en nuestra vida o dudamos de Él y su mensaje o nos es indiferente? 

Como dice san Pablo, si nosotros, que somos cristianos de toda la vida y se nos ha ofrecido el mensaje de salvación de Dios, no lo aceptamos y no vivimos coherentemente con nuestra fe, la salvación será ofrecida a otros que quizás aún no conocen a Dios pero que sí quieren recibir los beneficios de esa salvación que Dios nos ofrece.

Si hemos sigo elegidos por Dios, hagamos vida nuestra fe.

En el Evangelio de san Mateo, Jesús le dice a sus apóstoles: “Ánimo, soy yo, no tengáis miedo”.  Los discípulos tienen miedo.  El miedo forma parte de la vida del hombre, porque toda la vida humana está llena de incertidumbres, inseguridades, riesgos, etc. 

El miedo es un mal compañero de viaje, que impide ver las cosas claras y no deja hacer nada o incluso hace ver fantasmas por todas partes.

Jesús nos anima para que no tengamos miedo, para que sigamos unidos en la barca, y para que no nos sintamos nunca derrotados. El que tiene miedo, el que se siente derrotado, no hace nada y además ve cómo los problemas se agigantan. El miedo no deja ver la realidad y mucho menos hacer algo.

Por lo tanto, el “¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!”, pertenece al mensaje esencial de Jesús.  Es la perenne promesa que fue realidad aquella noche para los discípulos en la barca, y quiere ser realidad para nosotros, nos hallemos en la situación que sea.

Tanto la Iglesia, como nosotros, andamos seguros cuando fijamos la mirada en Jesús; pero cuando nos fijamos, sólo, en nosotros mismos, a la más ligera ventisca, temblamos de miedo.

Jesús nos dice: “Ven”, nos llama a seguirlo, a vencer con Él las dificultades, los miedos, la falta de fe.

Jesús le dice a Pedro: “hombre de poca fe, ¿Por qué has dudado?”  Jesús nos invita a enfrentar con valentía las tempestades de esta vida y que lo hagamos con fe. 

La fe no es seguridad para el cristiano; no es una garantía para los riesgos; no nos abre un camino de facilidad; no nos dispensa del duro oficio de ser hombre; no me facilita el camino; no es una escapatoria de las dificultades de la vida.

La fe me permite caminar en la oscuridad, en medio de las dificultades; la fe da sentido a nuestras vidas.  Cuando tenemos fe, esa barca que es la Iglesia no se hunde.  Cuando tenemos poca fe, tenemos que gritar: “¡Señor sálvame!” y entonces Jesús nos da su mano y nos dice ven.