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lunes, 14 de noviembre de 2022

 

JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO (CICLO C)


Celebramos en este domingo la fiesta de Jesucristo Rey del Universo.  Con esta fiesta de hoy, la Iglesia nos propone que reconozcamos a Cristo como el Señor de nuestras vidas.

La 1ª lectura del 2° Libro de Samuel nos habla del rey David.  Fue durante el reinado de David cuando los hebreos experimentaron de manera más efectiva a Dios en medio de su pueblo.  David era el rey pero los bienes que el pueblo recibió en aquellos años hacían sentir a todos que Dios estaba guiando, defendiendo y fortaleciendo a los suyos.

El rey David es el “rey-pastor”.  Habiendo sido él mismo pastor de ovejas en su juventud, David conoció que significa guiar al rebaño pero también qué quiere decir dar la vida por el rebaño o buscar los mejores pastos y las aguas más limpias. La enseñanza de esto es que hay dos maneras de gobernar: hay unos que gobiernan para sí mismos, preocupándose de su gloria, su fama, sus riquezas, su bienestar y nada más. Hay en cambio otros, como David, que tienen por norma gobernar cuidando de los que gobiernan. Y tal es el reinado de Cristo: nuestro rey de hecho ha dado su vida por nosotros.

La 2ª lectura de san Pablo a los Colosenses es un himno que celebra la realeza y la soberanía de Cristo sobre toda la creación.  San Pablo le da gracias a Dios Padre que nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor”.  Esto quiere decir, que ya desde aquí y ahora nosotros participamos de la dignidad real de Cristo.

El Evangelio de san Lucas nos presenta a Cristo reinando desde la cruz.  Vemos que nuestro rey es un rey distinto a los reyes y gobernantes de este mundo.  Nuestro rey es un rey clavado en una cruz.

La fiesta de Cristo Rey es una llamada a servir y no a dominar. Es como un grito a los que ostentan el poder político, económico, intelectual y religioso, para que se preocupen de los demás, especialmente de los pobres y marginados. A trabajar por una sociedad más justa en la que todos estén incluidos.

El reino de Cristo no es como los reinados de este mundo, que con frecuencia se imponen a base del poderío económico, militar o político. Su reino es de servicio, de entrega generosa y desinteresada al bienestar de la humanidad. Reina dando la vida por nosotros desde la cruz.

El trono de Cristo rey: la cruz.  Su corona: las espinas.  Su manto real: la sangre corriendo por su espalda. Y su sentencia: el perdón.  Y nos preguntamos qué tiene que ver la realeza de Cristo con la realeza y el poder de este mundo: porque el poder de Cristo es servicio y no opresión, su riqueza está en desprenderse  y no en robar a los demás, su gobierno es ofrecimiento  y no imposición, su autoridad no le viene de nadie sino que surge del ejemplo y coherencia de su vida, su esplendor y gloria no le viene por el título de rey sino por su humildad y obediencia al Padre.

El Reino de Dios es la utopía de la justicia. Es una utopía porque es algo difícil de conseguir, pero es posible. La justicia no se entiende en la Biblia como el simple pronunciamiento de una sentencia imparcial entre dos personas que están en litigio. La justicia de Dios es el amparo real de los desvalidos, la protección de los débiles, la elevación de los pobres. Un mundo en el que reina la justicia es aquel en el que, desaparecido el egoísmo y la explotación, no hay opresores ni oprimidos; en el que todo se ajusta a la voluntad de Dios.

El Reino de Dios es la utopía de la paz. Las espadas se convertirán en rejas para el arado y del hierro de las lanzas se harán hoces y podaderas. El Reino de Dios viene a anunciar la gran reconciliación entre Dios y los hombres y entre unos hombres con otros.  

El Reino de Dios es la utopía de la vida. Ningún mal aflige tanto al hombre como la vejez, la enfermedad y la muerte. Cuando los profetas divisan los tiempos mesiánicos, ve en ellos la desaparición de las lágrimas, la prolongación de la vida, la aniquilación de la muerte. Se refiere principalmente a la vida eterna, pero incluyen también la vida temporal. Jesús quiere para todos la vida plena.

El Reino de Dios es la utopía del amor. El proyecto de una humanidad ideal sólo es posible si los hombres abandonan sus tendencias egoístas y se deciden a vivir amándose unos a otros. El amor al prójimo debe ser universal y abarcar a todos, sin discriminar a nadie; ha de ser desinteresado, sin buscar la recompensa, y tan generoso que no tenga más límites que las necesidades ajenas y las posibilidades propias.

¡Qué distintos son los que reinan según los criterios de este mundo! Hay quienes se imaginan reinar por su belleza física, por su musculatura, por sus títulos universitarios, por su habilidad en los negocios, por el cargo que tienen, por su facilidad de palabra para agredir e insultar, por su astucia en el manejo de las armas, por su habilidad en usar las leyes para su conveniencia, por sus influencias y por su amistad con personas importantes. Hay quienes se sienten reyes porque abusan del poder que tienen, sea económico, político, cultural, partidista e incluso religioso.

Pidamos hoy, al Señor, que Él reine en nuestros corazones, para que podamos vivir los valores del Evangelio, los valores del reino: justicia, paz, vida y amor.  ¡Que Dios reine en nuestra vida!