Vistas de página en total

jueves, 26 de diciembre de 2019

HOMILÍAS PARA LA SAGRADA FAMILIA Y SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS. (CICLO A)
 
LA SAGRADA FAMILIA (CICLO A)
 
En este último domingo del año celebramos una fiesta entrañable. En el ambiente de la Navidad tenemos un recuerdo de la familia de Jesús, María y José en Nazaret. No sabemos muchas cosas de su vida. Pero una sí es segura: Jesús quiso nacer y vivir en una familia, quiso experimentar nuestra existencia humana y por añadidura, en una familia pobre, trabajadora, que tendría muchos momentos de paz y serenidad, pero que también supo de estrecheces económicas, de emigración, de persecución y de muerte.
 
La familia es la promotora y educadora de la fe. Sólo se puede aprender y asimilar el verdadero amor de Dios, viviéndolo en comunidad, y la primera y mejor comunidad es la familia. La familia da la verdadera sustancia de la relación personal con Dios y con el prójimo; no es sólo el inicio de las relaciones interpersonales más cercanas como con los parientes, las amistades y el pequeño grupo; sino que también da el verdadero sentido de la comunidad humana, como en las relaciones sociales, económicas y políticas.
 
Jesús encuentra en José y María el pequeño círculo que lo va haciendo madurar y entender la protección de su Padre Dios. Con ellos aprende las oraciones de todo judío, las tradiciones y las costumbres, que le descubren a un Dios que es fiel a su pueblo. Pero al mismo tiempo queda abierto para la nueva experiencia del amor con los demás, de la universalidad del amor de su Padre Dios y del verdadero culto y adoración al Señor.
 
¿Qué sentido de Dios vivimos en la familia? ¿Hay una verdadera educación y enseñanza del amor de Dios, de la búsqueda de la hermandad y del sentido de nuestras prácticas religiosas? ¿Es nuestra familia una oportunidad de encuentro con Dios?
 
A Jesús se le conoce como “el hijo de José el carpintero”. Como en todos nuestros pueblos y comunidades aprendería desde pequeño el mismo oficio de su padre José, y sabría la forma de irse ganando la vida, confiando en la providencia pero “sudando para llevar el pan a la mesa”. Sin embargo la migración y el cambio de sistema, no favorecen ni la convivencia ni la educación para el trabajo.
 
Los niños y los jóvenes pasan demasiado tiempo ociosos, solos y sin beneficio. O bien, desde muy pequeños son obligados a sostener y aportar a las familias, no en compañía de los padres, sino con riesgos y peligros del trabajo en la calle o en economías informales. El estar sin trabajo durante mucho tiempo, o la dependencia prolongada de la asistencia pública o privada, mina la libertad y la creatividad de la persona y sus relaciones familiares y sociales, con graves daños en el plano psicológico y espiritual.
 
Los salarios, con su raquítico aumento frente a la constante inflación, no permiten una sana educación, una buena alimentación, y un tiempo de eficaz convivencia. Por eso, se convierte en una necesidad social, e incluso económica, seguir proponiendo a las nuevas generaciones la hermosura de la familia y del matrimonio, su sintonía con las exigencias más profundas del corazón y de la dignidad de la persona ¿Cómo vivir más y mejores momentos de relación entre padres e hijos y aun con la misma pareja? Son fuertes retos que tiene que afrontar toda familia.
 
La educación, el ir creciendo de la mano de los padres, se ha ido perdiendo y va quedando bajo la responsabilidad de la escuela, de la calle y de los medios de comunicación. Y aunque hay quienes aportan y ofrecen medios para hacer madurar la persona, son tan pocos y están tan opacados, que es difícil que lleguen a la mayoría de los niños y los jóvenes, que frecuentemente se ven sometidos a un bombardeo y agresiva oferta de pornografía y permisividad que los ahoga y los induce al alcohol, a la droga y al vida fácil.
 
No se educa para el amor ni para la responsabilidad. No se enseña a tener iniciativas propositivas y planes formativos. No se propicia un ambiente de servicio y de compartir, sino de competencia, individualismo y gozo personal. ¿Qué tendríamos que cambiar para educar mejor a los jóvenes y a los niños?
 
Nos vemos amenazados, además, por graves problemas de secuestros, de trata de menores, de pornografía, de drogadicción y pandillerismo, y optamos por encerrarnos y proteger cuanto podemos a los pequeños, pero apenas se les ofrece libertad, la confunden con libertinaje, con corrupción y ambición.
 
Hoy más que nunca tenemos que buscar caminos que fortalezcan la familia, la pareja, la relación entre los hermanos y la convivencia con los demás. El modelo de la Sagrada Familia aparece como un ideal al que debemos tender: crecer en edad, sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres. ¿En qué tendremos que poner más atención para mejorar nuestras familias? ¿Buscamos a los hijos como lo hacían María y José?
 
Pidamos hoy a Dios nuestro Padre, Él que nos dio en la Sagrada Familia de su Hijo un modelo perfecto para nuestras familias, que sepamos practicar las virtudes domésticas y estar unidos por los lazos del amor para que podamos ir un día a gozar con la Sagrada Familia de las alegrías eternas.
 
 
SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS (CICLO A)
Estamos iniciando un nuevo año civil, el año 2020 y lo hacemos celebrando hoy la fiesta de Santa María, Madre de Dios y la Jornada Mundial de la Paz.
 
 
Hoy primer día de este nuevo año, hoy empezamos a escribir, ya desde este momento, los nuevos renglones de un año más de nuestra existencia. Por eso con el corazón agradecido, levantamos el ánimo y acogemos como nuestra la bendición que nos ofrece el libro de los Números: “Que el Señor te bendiga y te proteja, haga resplandecer su rostro sobre ti y te conceda su favor. Que el Señor te mire con benevolencia y te conceda la paz” 

 
Hoy, los sacerdotes del antiguo Israel invocaban en la liturgia, sobre todo en el año nuevo, la bendición y la paz de Dios sobre todo el pueblo.
 
Pero nosotros los cristianos tenemos motivos muchos más plenos para alegrarnos y esperar que Dios bendiga nuestro nuevo año, haciendo prosperar la paz en torno nuestro.  La razón es como nos ha dicho hoy S. Pablo: “Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estábamos bajo la ley, a fin de hacernos hijos suyos”.
        
El Hijo de Dios se ha hecho hombre en el seno de la Virgen María, para que nosotros los hombres, seamos hijos adoptivos de Dios.  Por eso podemos decir llenos de confianza: Abba, Padre.
        
Somos hijos de Dios, no esclavos.  Esa es la mejor perspectiva del año que empieza.  A lo largo de sus 12 meses podremos encontrarnos con dificultades de todo tipo.  Podremos caer enfermos, sufrir, etc.  Pero no estamos solos.  ¡Somos hijos!  Pertenecemos a la familia de Dios.  No podemos dejarnos dominar por el pesimismo o la angustia.  Nos ha nacido Jesús, el Dios-con-nosotros que nos salva.   Y Jesús nos ha enseñado que Dios es Todopoderoso y que lo podemos llamar Padre. 
 
El recuerdo de la Virgen María, hace aún más agradable esta buena noticia.  Ella, María de Nazaret, una humilde joven de pueblo, fue elegida de Dios para traer a este mundo al Salvador.  Y hoy, 1 de enero, los cristianos le dedicamos una de las fiestas más solemnes del año, recordando y celebrando su maternidad: Santa María, madre de Dios.
 
Hoy también estamos celebrando la Jornada Mundial de la Paz.  El tema que este año 2020 ha escogido el Papa Francisco es: “La paz como camino de esperanza: diálogo, reconciliación y conversión ecológica”.
 
1. La paz, camino de esperanza ante los obstáculos y las pruebas
“Nuestra comunidad humana lleva, en la memoria y en la carne, los signos de las guerras y de los conflictos que se han producido, con una capacidad destructiva creciente, y que no dejan de afectar especialmente a los más pobres y a los más débiles”
 
2. La paz, camino de escucha basado en la memoria, en la solidaridad y en la fraternidad
“Muchos ofrecen en todo el mundo a las generaciones futuras el servicio esencial de la memoria, que debe mantenerse no solo para evitar cometer nuevamente los mismos errores… sino también para que esta, fruto de la experiencia, constituya la raíz y sugiera el camino para las decisiones de paz presentes y futuras”, sostiene el Papa.
 
3. La paz, camino de reconciliación en la comunión fraterna
Se trata de abandonar el deseo de dominar a los demás y aprender a verse como personas, como hijos de Dios, como hermanos. “Lo que afirmamos de la paz en el ámbito social vale también en lo político y económico, puesto que la cuestión de la paz impregna todas las dimensiones de la vida comunitaria: nunca habrá una paz verdadera a menos que seamos capaces de construir un sistema económico más justo”.
 
4. La paz, camino de conversión ecológica
La falta de respeto por la Casa común y la explotación abusiva de los recursos naturales, hace que necesitemos una conversión ecológica.
 
5. Se alcanza tanto cuanto se espera
La paz no se logra si no se la espera”, indica el Papa y continúa: “Se trata de creer en la posibilidad de la paz, de creer que el otro tiene nuestra misma necesidad de paz” La cultura del encuentro entre hermanos y hermanas rompe con la cultura de la amenaza.
 

martes, 17 de diciembre de 2019

HOMILÍAS PARA EL IV DOMINGO DE ADVIENTO Y NATIVIDAD DEL SEÑOR. (CICLO A)
 
IV DOMINGO DE ADVIENTO (CICLO A)
 
Con este domingo se cierra el ciclo litúrgico de Adviento. La Palabra de Dios nos ha ido preparando durante todo el Adviento para que la Navidad no sea una fiesta vacía y sin sentido, sino que nos sirva para renovar nuestro encuentro y nuestro compromiso con Jesús.
 
En la 1ª lectura, del profeta Isaías, Dios dialoga con Ajaz y le dice que le pida una señal.  Pero el rey no tiene interés en pedirle algo a Dios. En realidad, le trae sin cuidado lo que Dios diga. Ajaz vive de espaldas al designio divino y no cuenta con Dios en sus planes.
 
No resulta difícil encontrar un paralelismo entre esta situación y nuestra situación social actual. Nuestra sociedad vive de espaldas a Dios. Como Ajaz, no ama a Dios, no le interesa, mira para otro lado, no quiere saber de Dios porque lo ha expulsado de su vida.
 
Ajaz confiaba más en la seguridad de los ejércitos extranjeros que en Dios. ¿En qué pone el hombre de hoy su confianza y su esperanza? Para que tengamos una sociedad más justa y fraterna, ¿es en los políticos en quienes podemos confiar? Para sentirnos seguros y confortables, ¿es en el dinero en quien hemos de confiar? Para evitar la enfermedad y la muerte, ¿debemos confiar solamente en los nuevos medicamentos o en los progresos de la medicina?
 
Ajaz no quiso o no supo “leer” los “signos” que Dios colocó delante de sus ojos, no consiguió realizar la elección acertada y acabó conduciendo a su Pueblo por caminos de muerte y de desgracia. Esto nos sitúa ante el problema de las “señales”; un error en la lectura del radar puede destrozar un avión o un navío; una falla en la señalización luminosa, causa un desastre.
 
¿Estamos atentos a las “señales” que Dios coloca en el camino de nuestra vida a través de los cuales nos indica el camino a seguir, o caminamos en una alegre inconsciencia, a favor de corriente, desviándonos por atajos que nos apartan del objetivo y que nos hacen sufrir?  ¿Confiamos de verdad en Dios?, o ¿buscamos soluciones por otro lado al margen de Dios?
 
La 2ª lectura de San Pablo a los Romanos nos lleva a descubrir que nuestra vocación y el verdadero reto que tenemos como cristianos es llevar a toda persona la Buena Noticia de la Salvación, es decir, todos debemos proclamar el Evangelio.  
 
Ser apóstoles del Señor, ser cristianos no es una carga, sino una gracia, un verdadero privilegio, ya que Dios nos ha escogido para realizar la obra de la salvación.  Anunciar el Evangelio, tarea que todos debemos hacer, hay que hacerlo con amor y con espíritu de servicio. 
 
El evangelio de San Mateo nos ha narrado la “anunciación a san José”.
 
En la anunciación a san José el ángel le pide que le ponga al niño Dios el nombre de Jesús, porque Él es el Emmanuel, es decir el Dios con nosotros.
 
Dios está con nosotros. Está con los que lo invocan y con los que lo ignoran, pues habita en todo corazón humano, acompañando a cada uno en sus gozos y sus penas. Nadie vive sin su bendición.
 
Dios está con nosotros. No grita. No fuerza a nadie. Respeta siempre. Es nuestro mejor amigo. Nos atrae hacia lo bueno, lo hermoso, lo justo. En Él podemos encontrar luz humilde y fuerza vigorosa para enfrentarnos a la dureza de la vida y al misterio de la muerte.
 
Dios está con nosotros. Cuando nadie nos comprende, Él nos acoge. En momentos de dolor y depresión, nos consuela. En la debilidad y la impotencia nos sostiene. Siempre nos está invitando a amar la vida, a cuidarla y hacerla siempre mejor.
 
Dios está con nosotros. Está en los oprimidos defendiendo su dignidad, y en los que luchan contra la opresión alentando su esfuerzo. Y en todos está llamándonos a construir una vida más justa y fraterna, más digna para todos, empezando por los últimos.
 
Dios está con nosotros. Despierta nuestra responsabilidad y pone en pie nuestra dignidad. Fortalece nuestro espíritu para no terminar esclavos de cualquier ídolo. Está con nosotros salvando lo que nosotros podemos echar a perder.
 
Dios está con nosotros. Está en la vida y estará en la muerte. Nos acompaña cada día y nos acogerá en la hora final. También entonces estará abrazando a cada hijo o hija, rescatándonos para la vida eterna.
 
Dios está con nosotros. Esto es lo que celebramos los cristianos en las fiestas de Navidad. Esta fe sostiene nuestra esperanza y pone alegría en nuestras vidas.
 
Hermanos, preparemos la Navidad, preparemos nuestra propia Navidad, la de cada uno de nosotros, dejemos que la Palabra de Dios, crezca en nuestro interior hasta que un día ilumine con todo su resplandor nuestra vida.
 
Si dejamos que Jesús nazca en nosotros seremos mucho más felices y ayudaremos a ser felices también a quienes nos rodean.
 

NATIVIDAD DEL SEÑOR 

Hoy nos ha nacido un Niño que con el correr del tiempo se ha manifestado como verdadero Dios y verdadero hombre. Él ha cambiado el rostro de la historia y es el parte aguas de esta historia en la cual los hombres podemos encontrar la paz y la dicha que tanto necesitamos en un mundo tan lleno de pruebas y tribulaciones, pero que necesita también vivir de esperanza, anhelando una era de concordia, en la cual todos nos reconozcamos como hermanos, bajo la mirada de nuestro Padre común, quien ha querido que su Hijo se hiciera hombre para mostrarnos su maravilloso plan de salvación. Contemplemos pues, hoy, a Jesús que nace en un pesebre en Belén, en compañía de San José y María su Madre.
 
La celebración de la Navidad es tan rica de contenido y -al mismo tiempo- decimos y oímos estos días tantas palabras sobre la Navidad, que no es fácil que muchos celebren una Navidad cristiana.
 
¿Qué podemos hacer para que la Navidad no se quede fuera de nosotros, para que la Navidad entre realmente en nosotros, en el corazón de nuestra vida? En algunos de nuestros hogares hemos hecho una representación sencilla del Nacimiento, un Belén. Es como un símbolo de lo que quisiéramos: que la Navidad entre y esté en el hogar de nuestra vida. Que no sea sólo una fiesta externa sino también que sea una gracia de Dios que se haga presente en nuestra vida y la fecunde.
 
En muchas de las palabras que escuchamos estos días, la Navidad es como una efusión de buenos deseos, de sentimientos de paz y de bondad, de fraternidad. Y esto está muy bien, es bueno que en casi todo nuestro mundo hoy los hombres y las mujeres parezcamos mejores de lo que somos porque es como si nos dijéramos: ¡Así querríamos ser!, ¡Así querríamos que fuera nuestra sociedad! Pero también es verdad que sabemos que este ambiente pasará y probablemente todo volverá a ser como antes, porque estas buenas palabras, estos buenos deseos, muchas veces sabemos que están faltos de la necesaria fuerza interior, del necesario peso de realidad, para que sean algo más que buenas palabras y buenos sentimientos.
 
Y diría también que para nosotros, los cristianos que queremos celebrar religiosamente la Navidad, es posible que fácilmente la vivamos demasiado como un recuerdo, casi como una nostalgia. Y, si es así, tampoco nuestra celebración tendrá suficiente fuerza ni suficiente peso real para cambiar algo en nuestra vida.
 
Es bueno que recordemos aquel hecho sucedido hace más de dos mil años, allí, en las afueras de Belén, entre aquella gente sencilla del pueblo. Es bueno, evidentemente, que recordemos lo que fue anunciado en aquella noche como “la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo”. Pero si para nosotros la Navidad es sólo un hermoso recuerdo, un hecho del pasado que ya pasó (como si no fuera un hecho también de nuestro hoy y aún de nuestro futuro), entonces tampoco tiene bastante fuerza para entrar en nuestra vida y cambiar algo en ella.
 
¿Qué podemos hacer para que la Navidad entre realmente en el corazón de nuestra vida y en ella tenga fuerza, peso real? No bastan las buenas palabras y los buenos deseos, no basta el simple recuerdo de aquella antigua noche aunque sea un recuerdo conmovedor. Me parece que lo fundamental, lo decisivo en nuestra celebración cristiana de la Navidad, es que la vivamos como una gracia de Dios, como un don de Dios. O dicho de otro modo, como una nueva venida de Dios a nosotros, a cada uno de nosotros.
 
Decimos a veces que la Navidad se ha de vivir de algún modo con espíritu de niño. Y es verdad si quiere decir que, como los niños, no hemos de poner nuestra confianza tanto en nosotros como en los demás. Es decir, que hemos de valorar más lo que recibimos que no lo que damos. Celebrar la Navidad quiere decir, sobre todo, darnos cuenta de que Dios comparte nuestra vida (en la debilidad), hace camino con nosotros. Por eso es, sobre todo, la celebración de la gran gracia y del gran don: Dios no nos ha hecho sólo a su imagen y semejanza sino que ha querido injertar su vida personal -injertarse Él mismo- en la historia del hombre al hacerse carne, al hacerse hombre.
 
Por eso la Navidad es una invitación actual, dirigida a cada uno de nosotros. Dios ha establecido una nueva relación con cada hombre por el hecho que Él ha plantado su tienda entre nosotros, por el hecho que se ha hecho “Jesús”, es decir, un hombre concreto, hijo de una madre, nacido en una familia del pueblo. Desde aquel momento, Dios no es ya sólo el Padre que está en el cielo, sino un hombre que ha seguido un camino humano que culminó en su acto total de amor por cada hombre al entregar su vida hasta la muerte.
 
Conseguir que la Navidad entre en el corazón de nuestra vida, es abrirnos a esta buena noticia, a esta gran alegría para todo el pueblo: Dios es también nuestro hermano, el hombre Jesús de Nazaret. Que hoy quiere ser recordado como el Niño envuelto en pañales y acostado en el pesebre de las afueras de Belén para que ninguno de nosotros tema acercarse a Él.
 
La ternura que suscita el nacimiento de cualquier niño se enriquece además hoy por el sorprendente anuncio: este Niño es Dios-con-nosotros. Y de ahí surge una invitación a cada hombre para que tengamos una relación distinta     -más humana- con este Dios que comparte nuestra humanidad.
 
Esta es la buena noticia, la gran alegría que celebramos en la Eucaristía de este día. Porque, además, ya que Dios se ha hecho carne, puede ser también el pan y el vino que alimenta y alegra nuestro corazón, nuestro camino de cada día, nuestro amor abierto a todos los hermanos.

martes, 10 de diciembre de 2019

III DOMINGO DE ADVIENTO (CICLO A)
 
Te invito a visitar mi nueva página web donde encontrarás: homilía dominical, homilía diaria, misal diario (con oraciones y lecturas), subsidios litúrgicos para la sede, artículos de liturgia, artículos sobre la catequesis, artículos sobre Realismo Existencial, Artículos sobre el Rostro humano de Internet, Artículos y opiniones, Videos y Fotos.

La dirección web es : http://igfergon.com.mx


III DOMINGO DE ADVIENTO (CICLO A)
 
El tercer domingo de Adviento se llama el domingo “Gaudete” (Alegraos). Las lecturas nos invitan a llenarnos de alegría por la salvación que Dios nos trae.  Por eso en este tiempo de Adviento decimos: “Ven, Señor Jesús, y sálvanos”.
 
La 1ª lectura del profeta Isaías nos presenta una situación de desesperanza y desencanto que vive el pueblo de Israel.  El profeta invita al pueblo a poner la mirada en Dios y a ver cómo hay razones para la esperanza porque Dios mismo intervendrá a favor de su pueblo.
 
En medio de las dificultades, en medio de las tinieblas que envuelven nuestra vida y la vida del mundo, también, el profeta Isaías, nos invita hoy, a nosotros, a la alegría, a dejar de lado nuestro miedos, a llenar nuestra alma de paz.
 
Nuestra vida, puede ser una vida vacía y estéril, una vida árida como el desierto.  Podemos sentirnos inútiles, podemos sentir que no tenemos nada que presentarle a Dios.  Podemos tener la sensación de no haber hecho nada que tenga realmente valor para Dios.  Podemos sentirnos como esa tierra seca y estéril.
 
Hoy nos dice Dios, que si nosotros dejamos que Él actúe en nuestra vida, esa vida seca y estéril la puede transformar como transforma el desierto en un vergel para que no vivamos una vida sin pena ni gloria.
 
A veces, el miedo, la timidez, el creernos poca cosa, ahogan la grandeza de nuestro corazón, ahogan nuestras más grandes aspiraciones hasta hacernos caer en una vida sin sentido, sin esperanza.  Siempre vamos de prisa, y esto hace que aumenten las enfermedades, los infartos, los complejos, la angustia.  No tengamos miedo, ahí tenemos a nuestro Dios que viene a salvarnos.  No nos angustiemos, tengamos confianza en el amor y en el poder de Dios.  Podemos estar seguros que el Señor viene a salvarnos y a ofrecernos una vida mejor.
 
La 2ª lectura del apóstol Santiago nos invita a no desesperarnos y a tener paciencia.
 
Hay muchas personas que diariamente sufren la injusticia, el miedo y se les priva de su dignidad.  El apóstol Santiago nos dice que a pesar del sufrimiento, Dios no nos abandona ni nos olvida, sino que viene a liberarnos.  Hay que esperar en Dios, y hay que esperarlo, no con el corazón lleno de deseos de venganza sino con esperanza y confianza.
 
Esto no significa que nos quedemos de brazos cruzados, sin hacer nada.  Lo que Dios nos pide es que no dejemos que los sentimientos agresivos y destructivos tomen posesión de nosotros, porque Dios no puede salvar a una persona que su corazón esté dominado por el odio, por el rencor o por el deseo de venganza. Cultivemos la virtud de la paciencia, como el agricultor o como la mujer que tiene que esperar 9 meses hasta que da a luz.
 
Seamos pacientes porque Dios nos dice que la situación de injusticia y de pecado no tendrá la última palabra.
 
El Evangelio de San Mateo nos presenta a Juan Bautista, encarcelado por Herodes, por ser fiel al mensaje de Dios, que envía a sus discípulos para preguntarle a Jesús: “Tú, quién eres”.  ¿Eres tú nuestro Salvador?
 
Cuando el hombre para superar sus angustias, sus preocupaciones ve que no puede hacerlo por sí mismo busca a alguien que lo ayude a liberarse de sus problemas, necesita de alguien que sea capaz de resolver lo que él no puede.
 
En esta situación de impotencia el hombre busca uno o varios “salvadores” y en ellos pone sus esperanzas, sus ilusiones; estos salvadores se presentan como la solución definitiva a nuestros problemas.  Además la sociedad nos crea necesidades falsas que todavía nos hacen sentirnos más preocupados y necesitados de salvadores.
 
Tenemos, pues, una serie de necesidades y una serie de salvadores en quienes depositamos, en muchas ocasiones, nuestras esperanzas porque nos han prometido resolver nuestras necesidades, angustias y problemas: nos encontramos con los políticos que prometen resolverlo todo; con los adivinos y lectores de cartas que tienen recetas para todo; con los predicadores protestantes que nos van a curar de todas nuestras enfermedades y vicios.  En otras ocasiones ponemos nuestras ilusiones en cantantes, futbolistas, actores y los convertimos en nuestros ídolos.
 
Pero todos estos “salvadores” ¿son el verdadero salvador que necesitamos?  El Evangelio de hoy nos da la clave para saber si estos salvadores son el verdadero salvador: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”  ¿Qué respuesta darán los supuestos salvadores de nuestro mundo a esta pregunta?  ¿Acaso pueden responder con la misma firmeza con que respondió Jesús?
 
Nuestros falsos y pequeños salvadores actuales no pueden salvar al hombre, podrán, quizás, resolver algún problema, pero son incapaces del salvar al hombre.  Sólo Jesús nos puede salvar.
 
Preparémonos para recibir en la Navidad ya cercana al único que nos salva y que nos llena de alegría, al único que puede romper todas nuestras ataduras que nos impiden realizarnos como auténticas personas: Cristo Jesús.
 
 

martes, 3 de diciembre de 2019

HOMILÍAS PARA EL II DOMINGO DE ADVIENTO (CICLO A) Y PARA LA INMACULADA CONCEPCIÓN
 
Te invito a visitar mi nueva página web donde encontrarás: homilía dominical, homilía diaria, misal diario (con oraciones y lecturas), subsidios litúrgicos para la sede, artículos de liturgia, artículos sobre la catequesis, artículos sobre Realismo Existencial, Artículos sobre el Rostro humano de Internet, Artículos y opiniones, Videos y Fotos.

La dirección web es : http://igfergon.com.mx


II DOMINGO DE ADVIENTO (CICLO A)
 

Las Lecturas de este Segundo Domingo de Adviento nos invitan a vivir el reinado de paz y de justicia que viene a instaurar Jesucristo, el Mesías prometido.
 
Cristo es el Príncipe de la Paz, Él ya ha venido y nos ha dejado su paz, pero seguimos viviendo tiempos de violencia y terror, de inseguridad y de angustia. Por eso es preciso recordar que la paz, además de ser un don de Dios es tarea de todos, a cada uno nos toca construirla.
 
La 1ª Lectura del Profeta Isaías nos describe al Mesías y también describe ese ambiente de justicia y de paz que Él vendrá a traernos.
 
Y el Profeta lo hace con un relato simbólico en que nos presenta a animales      -que por instinto son enemigos entre sí- viviendo en convivencia pacífica: el lobo con el cordero, el leopardo con el cabrito, el novillo con el león... y hasta un niño con la serpiente.
 
Con esta descripción hecha por Isaías, en la cual nos presenta una situación aparentemente imposible, Dios quiere exigir a los seres humanos a que vivamos en paz. Nos está invitando el Señor a que, a pesar de nuestra naturaleza de pecado, por la que a veces también tendemos a ser opuestos y rivales unos de los otros -como los animales que presenta el Profeta- intentemos vivir en paz y en justicia. Y podremos convivir en paz y en justicia, si recibimos al Mesías, si aceptamos su Palabra, si vivimos de acuerdo a ella.
 
La 2ª lectura de San Pablo a los Romanos nos invita a formar una comunidad cristiana donde reine el amor, el compartir con los demás, la armonía, la acogida.  Sin embargo, muchas veces, nuestras comunidades cristianas están divididas, se critican los unos a los otros por la espalda, hay agresividad, se discriminan a ciertas personas; algunos se agarran al poder y hacen todo lo que sea para dominar a los demás.
 
Por eso, San Pablo nos propone hoy algo que, mientras se hace realidad ese mundo ideal que Dios quiere, nosotros podemos hacer: hay que acogernos unos a otros como Cristo nos acoge.  Sin tener en cuenta los gustos, las simpatías o antipatías de los demás.  
 
Hay que “tener los mismos sentimientos” de Cristo hacia los demás, a pesar de las diferencias que puedan existir.  Tenemos que llegar a ser una sola voz, contribuir a crear una sola comunidad donde todos los creyentes tengamos “una sola alma con un solo corazón”.  Esto es lo que nos pide Dios para que vayamos construyendo el Reino de Dios en este mundo.
 
El Evangelio de san Mateo nos prestaba hoy a Juan Bautista diciendo: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos… Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”.
 
Se nos pide que ya cercanos a la Navidad, para poder celebrar bien la venida de Cristo a nuestra existencia, nos convirtamos a Él, que reorientemos nuestra vida. Que tomemos en serio la vida cristiana. Nuestra vida, se ha convertido en un estar siempre haciendo cosas, en estar siempre ocupados, y vemos que eso no nos llena, no nos hace felices.
 
Por eso hay que buscar a Dios en la soledad y el silencio, para que nuestra vida tenga sentido.  Hay que encontrarse con Dios a través de la soledad y el silencio, no para huir del mundo, ni evadirse, sino para darnos cuenta que Dios nos habla, lo hace para construir un mundo mejor, más justo, más solidario.
 
Juan el Bautista nos invita a la conversión, o sea, que cambiemos nuestra forma de pensar y valorar, que nuestra vida cambie de rumbo. Hoy se puede afirmar que hay miedo en las calles, sobre todo a determinadas horas y por ciertos sectores de cualquier ciudad. Es verdad también que la sangre salta con demasiada frecuencia, y con excesiva cercanía, a las páginas de los periódicos. También podemos decir, sin exageraciones, que la degradación moral está destruyendo los cimientos de nuestro viejo mundo, que se rompe la familia, sin que haya formas adecuadas para recomponerla una vez rota. Se busca con demasiada frecuencia el placer y el confort por encima de todo y a costa de lo que sea. Sí, sin ponernos trágicos, hay que reconocer que cada día ocurren cosas de las que hemos de lamentarnos, o que hemos de temer.
 
Ante todo esto podemos pensar que el hombre de hoy anhela con ansiedad la salvación, ese nuevo Mesías que nos redima otra vez, sin considerar que ya estamos redimidos y que lo que hay que hacer es cooperar con Dios para hacer realidad sus planes de redención. Por ello las palabras del Bautista tienen plena vigencia. Sí, también nosotros tenemos que convertirnos, hacer penitencia y preparar nuestro espíritu para la llegada del Señor. Convertirnos y hacer penitencia. Volver a Dios, que eso es convertirse a Él. Dejar nuestra situación de pecado, o de tibieza.
 
Tenemos que convertirnos a cambiar nuestros pensamientos, a cambiar el estar pensando siempre en nosotros mismos, en nuestros negocios, en nuestros intereses, y orientar nuestra vida hacia Dios.
 
La conversión es cambiar nuestra vida a Dios, es volver nuestra mirada a Dios, es hacer presente a Dios en nuestra vida en todo momento.  Dios no es para un momento, Dios no es para un día a la semana.  Dios es para todos los momentos de nuestra vida.
 
INMACULADA CONCEPCIÓN

La fiesta que estamos celebrando hoy es para que todos nos llenemos de alegría y esperanza.  No sólo es la fiesta de una mujer, María de Nazaret, concebida por sus padres ya sin mancha alguna de pecado porque iba a ser la Madre del Mesías. 

Hoy es la fiesta también de todos los que nos sentimos de alguna manera representados por ella. 

La Virgen, es el inicio de la Iglesia.  Ya desde la primera página de la historia humana, como escuchamos en la primera lectura, cuando los hombres cometieron el primer pecado, Dios tomó la iniciativa y anunció la llegada del Salvador que llevaría a término la victoria sobre el mal.  Y junto a Él ya desde el libro del Génesis aparece "la Mujer", su Madre, asociada de algún modo a esta victoria. 
 
Hoy celebramos con gozo que María fue la primera salvada, la que participó de modo privilegiado de ese nuevo orden de cosas que su Hijo vino a traer a este mundo.  En la primera oración de la misa decíamos: "Preparaste una digna morada a tu Hijo" y en previsión de su muerte, "preservaste a María de toda mancha de pecado". 
 
Pero si estamos celebrando el "Sí" que Dios ha dado a la raza humana en la persona de María, también nos gozamos hoy de cómo Ella, María de Nazaret, cuando le llegó la llamada de Dios, le respondió con un "Sí" decidido.  El "sí" de María, podemos decir que es el "Sí"  de tanto y tantos millones de personas que a lo largo de los siglos han tenido fe en Dios, personas que tal vez no veían claro, que pasaban por dificultades, pero se fiaron de Dios y dijeron como María: "Cúmplase en mí lo que me has dicho". 
 
María, la mujer creyente, la mejor discípula de Jesús, la primera cristiana.  Ella no era una persona importante de su tiempo.  Era una mujer sencilla de pueblo, una muchacha pobre, novia y luego esposa de un humilde trabajador.  Pero Dios se complace en los humildes, y la eligió a Ella como Madre del Mesías.  Y Ella desde su sencillez, supo decir "Sí" a Dios.
 
Pero a la vez, se puede decir que esta fiesta es también nuestra.  
   
La Virgen María, en el momento de su elección y de su "Sí" a Dios, fue "imagen y comienzo de la Iglesia".   Cuando Ella aceptó el anuncio del ángel, de parte de Dios, se puede decir que empezó la Iglesia: la humanidad empezó a decir sí a la salvación que Dios ofrecía con la llegada del Mesías. 
 
En María quedó bendecida toda la humanidad: la podemos mirar como modelo de fe y motivo de esperanza y alegría. 
 
Tenemos en María una buena maestra para este Adviento y para la Navidad.  Nosotros queremos prepararnos a acoger bien en nuestras vidas la venida del Salvador.  Ella, María, la Madre, fue la que mejor vivió en sí misma el Adviento y la Navidad y la manifestación de Jesús como el Salvador. 
 
Que nuestras Eucaristía de hoy, sea una entrañable acción de gracia a Dios, porque ha tomado la iniciativa para salvarnos y porque ya lo ha empezado a realizar en la Virgen María.