Vistas de página en total

lunes, 10 de octubre de 2022

 

XXIX DOMINGO ORDINARIO (CICLO C)


La Palabra de Dios hoy nos invita a mantener una estrecha relación con Dios.  Hay que saber pedirle a Dios con insistencia por medio de la oración.

La 1ª lectura del libro del Éxodo, quiere ofrecernos, no tanto el detalle de una batalla de guerra, cuanto el hecho de que es Dios quien salva al pueblo elegido.

El éxito de nuestras luchas y preocupaciones, depende de la perseverancia (a pesar del cansancio) y de la solidaridad, ayudándonos unos a otros.
A Moisés, en su oración, se le doblan los brazos de cansancio, pero se sobrepone a ello ayudado por sus compañeros y alcanzan la victoria sobre sus enemigos.

Hay que entender que los brazos levantados son un signo de oración, de invocación a Dios. Así, pues, mientras el pueblo, a través de su intercesor Moisés, pone la confianza en Dios, obtiene lo que necesita. En cambio, cuando prescinde de Dios, todo va mal.


Es el ejemplo para nosotros hoy: no desanimarse en la lucha, aunque sintamos la tentación del cansancio en el orar, o no veamos los frutos de nuestros ruegos de modo inmediato. Insistir en la oración como Moisés lo hizo, y la victoria estará de nuestra parte.

En la 2ª lectura, de San Pablo a Timoteo, San Pablo exhorta a todos los sacerdotes, catequistas, educadores cristianos a que tengamos como base de nuestros trabajos, de nuestra acción pastoral y de nuestro compromiso la Sagrada Escritura.

En ocasiones parece como si nos sintiéramos desorientados en nuestras vidas; como si no supiéramos cómo actuar para hacerlo bien. Estamos presionados por las dudas.  San Pablo nos dice hoy que en nuestras dudas, prestemos atención a la Palabra de Dios, a las Sagradas Escrituras. En ellas encontraremos luz suficiente para actuar siempre en la línea de la fe cristiana.

La Palabra de Dios orienta nuestro proceder. Y no solamente debemos acudir a ella para encontrar la luz que nos oriente, sino que debemos proclamarla con decisión, con claridad y ejemplaridad.

Por ello debemos frecuentar la lectura, meditación, reflexión sobre la Palabra de Dios, pues esto es fundamental, imprescindible, tanto personalmente como en el servicio de la evangelización.  Si no conocemos la Palabra de Dios, no sabremos hablar de Dios. 

El evangelio de San Lucas nos ha presentado hoy la parábola del juez y la viuda.  Con esta parábola nos anima el Señor a ser perseverantes en la oración.

Hay una canción que dice: “cuando de nada nos sirve rezar”.  Y así piensan muchas gentes de hoy con respecto a la oración. Así han terminado sucumbiendo también grandes rezadores de todos los tiempos. Cuando la oración no parece eficaz; cuando nada sale como pedimos; cuando parece que Dios hace oídos sordos a nuestro clamor insistente; cuando empezamos a compararnos a quienes no rezan, en cómo les van las cosas; cuando nos duele que la injusticia parece triunfar sobre la verdad y que los débiles e indefensos continúan muriendo aplastados por la fuerza de los poderosos; cuando alguien nos acusa de que nos falta acción porque con la oración no resolvemos los problema, es entonces cuando debemos ser más perseverantes en la oración.  No debemos desanimarnos.

Debemos saber que Dios está siempre al otro lado, que siempre nos escucha, que se alegra cuando sus hijos queridos le presentan su oración en sus necesidades. ¿Resultados? No nos toca a nosotros valorarlos y muchas veces, ni siquiera verlos o recogerlos.

El desánimo y el desaliento, el abandono o el ir siempre apresurados no son propios del cristiano orante. Lo que pasa es que no nos conformamos con pedir ayuda a Dios, sino que hasta le decimos cómo y de qué manera queremos que nos ayude, y no le dejamos la libertad que le debemos.

Cuántas veces pedimos a Dios algo en concreto y no nos da eso, sino algo que no habíamos pedido.  Hay que aprovechar lo que Dios nos ha dado y no quedarnos lamentándonos por lo que hemos recibido;  quizá Dios quiere llevarnos por otro camino.  Es decir: si le pedimos a Dios patatas y nos da una lechuga, pues hagamos una ensalada; pero aprovecha y come.  Por ello es necesaria mucha fe para perseverar en la oración; es necesario no desfallecer en la oración e ir renunciando a nuestra propia voluntad para ir buscando siempre hacer la voluntad de Dios.

La oración constante nos unirá cada día más a Dios y a nuestros hermanos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario