SANTA MARIA,
MADRE DE DIOS
En este día comenzamos un nuevo año, el 2018. Hoy inauguramos un nuevo calendario en el
que todos los días están por venir.
En este nuevo año habrá días mejores y días malos, días alegres y días
tristes, pero hoy aún no sabemos cómo serán esos días. Sin embargo, hoy nos hacemos propósitos,
pensamos en las semanas, en los meses que han de venir y hacemos planes
y programas para vivir el nuevo año.
Seguramente también miramos el nuevo calendario para ver cómo van a caer
las fechas importantes: las fiestas principales, los cumpleaños, la
Semana Santa.
Hoy también deberíamos de agradecerle a Dios la vida que nos ha
concedido y que nos sigue conservando para poder comenzar un año más en
nuestra existencia.
Dios nos va a acompañar en nuestro caminar a lo largo de estos 12 meses y nos
va a sostener y ayudar en las dificultades y en los obstáculos que podamos
tener. Nos va a dar el ánimo necesario
para seguir adelante, para que no caigamos y nos hundamos; nos va a ofrecer
su perdón y su reconciliación, nos va a seguir diciendo que nos ama
y que desea que seamos inmensamente felices en esta vida y, definitivamente, en
la del más allá. Por ello hemos
comenzado el año escuchando una especial bendición de Dios. La 1ª lectura, del libro de los Número, nos
la recordaba esa bendición de Dios y la presencia continua de Dios en el
transcurso de nuestros días.
Dios va a ser nuestro compañero de camino y de fatigas a lo largo de todo
este año; se va a alegrar con nuestras alegrías; se va a gozar con nuestros
éxitos; le va a doler nuestros sufrimientos y va a compartir nuestras
preocupaciones.
Al comenzar este nuevo año, hemos de decirle a Dios, gracias,
Señor porque nos has permitido llegar a este nuevo año 2018. Gracias por la vida, por las oportunidades
que nos das cada día para conocerte a Ti, para hacer el bien, para ser más
felices. Tenemos 365 días para ir
escribiendo nuestra historia personal de buenas acciones. Hay que pedirle pues al Señor que se haga
presente, que no nos falte ningún día, que no nos alejemos de Dios ni por un
instante en este nuevo año; que sepamos hacer siempre el bien; que
nuestra vida sea una influencia positiva para quienes se relacionen con
nosotros; que crezcamos en el amor y que en todo momento seamos y nos
comportemos como auténticos cristianos.
Pero hoy también al comenzar este año nuevo lo hacemos recordando y
celebrando a Santa María, Madre de Dios.
Hablar de
María Madre de Dios es hablar de la Mujer que en la plenitud de los tiempos nos
ha dado al Hijo de Dios para que también nosotros seamos hijos suyos. Hablar de
María Madre de Dios es hablar de lo que significa aceptar en la propia vida la
Palabra eterna de Dios hecha carne. En este sentido para todo cristiano y para
la Iglesia entera María tiene un lugar verdaderamente excepcional ya que ella
llevó en su seno al Hijo de Dios, a Cristo Jesús, ella lo ayudó a crecer y lo
acompañó en todo, hasta el pie de la cruz, convirtiéndose en la primera
creyente del nuevo Pueblo, en la nueva Eva, en la madre de todo viviente en
Cristo.
Todo creyente y la comunidad entera de los creyentes está llamada a
mirar continuamente a María para comprender cómo se debe vivir la fidelidad a
Dios. La Iglesia, como María la Madre
del Señor, debe vivir de la fe y de la obediencia a la Palabra de Dios y no
apegada a sus proyectos aunque parezcan brillantes y efectivos. Confiando
siempre en las promesas de Dios que siempre es fiel.
La tercera cosa importante que nos ha reunido este día es celebrar la Jornada
Mundial de la Paz.
En el mensaje, titulado “Migrantes y refugiados: hombres y mujeres
que buscan la paz”, el Santo Padre critica la retórica del miedo difundida
con fines políticos en algunos países de acogida y pide que se mire a los
migrantes y refugiados como miembros de una misma familia humana.
El Papa subrayó el gran deseo de paz que hay en la humanidad, y exhortó
a que ese deseo sea escuchado. “La paz es una aspiración profunda de todas las
personas y de todos los pueblos, especialmente de aquellos que más sufren por
su ausencia, y a los que tengo presentes en mi recuerdo y en mi oración”.
Francisco explicó que “acoger
al otro exige un compromiso concreto, una cadena de ayuda y de generosidad, una
atención vigilante y comprensiva, la gestión responsable de nuevas y complejas
situaciones”.
Reclamó el Papa Francisco a
los gobiernos unas políticas comprometidas y responsables: “Los gobernantes
tienen una responsabilidad concreta con respecto a sus comunidades a las que
deben garantizar los derechos que les corresponden en justicia y un desarrollo
armónico”.
El Obispo de Roma propuso en el mensaje una estrategia para ayudar a los
refugiados, migrantes y víctimas de la trata de personas a alcanzar la paz. Esa
estrategia debería estar articulada alrededor de cuatro acciones: acoger,
proteger, promover e integrar.
Por último, el Pontífice recordó las palabras de San Juan Pablo II: “Si
son muchos los que comparten el ‘sueño’ de un mundo en paz, y si se valora la
aportación de los migrantes y los refugiados, la humanidad puede transformarse
cada vez más en familia de todos, y nuestra tierra verdaderamente en ‘casa
común’”.
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