III DOMINGO ORDINARIO (CICLO B)
Las
lecturas de hoy nos recuerda, una vez más, que Dios ama a cada hombre y nos
llama a vivir una vida en plenitud. Dios nos da una guía que puede servimos
para ir por un camino de conversión personal para poder encontramos con el
Señor.
La 1ª
lectura, del profeta Jonás, nos recuerda la importancia de la conversión. Dios amenazaba con destruir
la ciudad de Nínive por los pecados de sus habitantes. Pero Nínive escuchó la
predicación de Jonás y sus habitantes creyeron en Dios y se convirtieron.
Si vemos
nuestra sociedad, nuestro mundo actual, pareciera que no hay muchas
esperanzas. Vivimos en un mundo donde cada día le damos menos importancia a
los valores morales. Un mundo donde hay demasiado egoísmo, hipocresía, odio. Lo
que el mundo ofrece hoy al cristiano no es agradable.
Preguntémonos
adónde va nuestro mundo. No nos contentemos con escuchar las noticias: despenalización
del aborto, aprobación del "matrimonio" homosexual, manipulación
genética e intentos de clonación humana, eutanasia que se extiende como
vergonzosa plaga por el mundo. ¿Adónde va un mundo que va aprobando cada
una de estas cosas? A la destrucción. Es misión, aunque amarga, del
profeta mostrar, hacer visible esa destrucción, y eso es lo que hace Jonás.
Dios no
quiere la muerte de ninguno de sus hijos, Dios no quiere la destrucción de
este mundo; lo que quiere es que nos convirtamos y recorramos, con Él, el
camino que conduce a la vida, a la felicidad sin fin.
Necesitamos
redimir, salvar a nuestro mundo aunque creamos que ésta es una misión
imposible como lo creía Jonás con Nínive. Ante este mundo cruel, dormido ante
los auténticos valores, desmoralizado, hemos de tener esperanza y confiar en la
misericordia de Dios.
La 2ª
lectura, de la primera carta de San Pablo a los Corintios, nos invitaba a no poner nuestro
corazón en las cosas temporales, pasajeras, pues aunque puedan deslumbramos
hemos de saber que todo eso es pasajero. Sólo Dios permanece.
Sin
embargo, no por eso vamos a descuidar nuestras labores diarias. Especialmente
quienes creemos en Cristo debemos esforzamos por construir un mundo más justo,
más humano, más fraterno, más solidario.
Dios puso
la vida en nuestras manos; y la vida no sólo merece respeto. Es necesario
desarrollarla y no destruirla con actitudes contrarias a la misma como podrían
ser las guerras intrafamiliares o las guerras a nivel de naciones.
No podemos
quedamos en conquistas temporales; es necesario dejamos conquistar por Dios.
Somos
peregrinos, caminantes, hacia el Reino de Dios. Y Dios es nuestra meta
definitiva que está por encima de todo problema y preocupación. Los bienes
de este mundo los debemos buscar y también disfrutar: pero, de tal manera,
que no nos aparten de Dios.
El
evangelio de san Marcos, nos decía: “se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está
cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio”.
Como
cristianos hemos de construir un mundo mejor, esa es nuestra principal
misión. Hemos de construir un mundo nuevo desde los valores del Evangelio: la
justicia, la paz, la vida, el amor, la unidad, la verdad.
Para
construir ese mundo mejor quizá todos cambiaríamos las cosas que consideramos
que están mal; pero pocos pensaríamos que quienes tenemos que cambiar
primero somos nosotros mismos. No podemos construir un mundo desde los
valores de Dios si nosotros no vivimos esos valores.
Hay que
convertirse, porque en el Reino de Dios no hay lugar para la ambición que
genera guerras fratricidas. Hay que convertirse, porque en el Reino de
Dios no hay lugar para la infidelidad conyugal, ni para los negocios
sucios, ni para la intolerancia. Hay que convertirse porque en el Reino de
Dios todos somos hermanos, iguales en dignidad ante Dios.
Hay que
creer en la Buena Noticia, creer que existe un Padre bueno, a pesar del mal que
nos acecha. Creer que es posible ser más feliz compartiendo que atesorando,
creer que la fraternidad es posible si estamos dispuestos a ceder de lo nuestro
en favor de los demás.
Jesús nos
invita a ir con Él, a dejar nuestras preocupaciones en sus manos. Jesús nos
enseña que para ser feliz lo único que hace falta es amar sin
descanso y sin medida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario