Vistas de página en total

martes, 30 de enero de 2018


V DOMINGO ORDINARIO

Las lecturas de este domingo nos hablan del problema del mal y el dolor.
La 1ª lectura, del libro de Job, nos presenta lo inútil que puede ser esa lucha diaria por vivir una vida vacía y llena de sufrimientos.  Job representa a todas esas personas que sufren y no son felices.
Hay muchas personas que en algún momento de su vida pasan por la misma experiencia de Job.  En el mundo hay muchas personas que sufren las consecuencias del hambre; otras muchas sufren las consecuencias de las guerras; otras sufren las consecuencias de las catástrofes naturales; hay muchos niños que viven en la calle en condiciones infrahumanas; no podemos desconocer que hay muchos jóvenes desorientados por no encontrar un lugar en la sociedad; muchos indígenas que viven marginados y en situaciones inhumanas; hay muchos trabajadores que son explotados en sus puestos de trabajo; hay explotación sexual; hay muchos enfermos de sida, cáncer; hay muchos sin trabajo, pobres; hay tantos ancianos abandonados y mal cuidados; hay tanta gente que ha perdido la esperanza y el rumbo de su vida y no saben para qué vivir así.
Ante tanto sufrimiento y desgracias podríamos llegar a preguntarnos: ¿Por qué Dios no hace algo para solucionar todo esto?  Y Dios nos responde: “Ya he hecho algo, te he hecho a ti para solucionar y no aumentar más el sufrimiento humano”.  Como cristianos no podemos ser indiferentes ante tanto sufrimiento y no hacer nada.
Sin Dios, efectivamente, no hay respuestas al dolor y al sufrimiento del hombre y la vida carece de sentido.  Hemos de confiar en Dios y desde nuestra oración pedirle a Dios que no nos desampare en esos momentos de dolor o sufrimiento.
La 2ª lectura, de San Pablo a los Corintios, nos decía: “¡Ay de mi, si no anuncio el Evangelio!”.
Esta es la misión del cristiano, anunciar el Evangelio.  Pero llevar el Evangelio a los demás no es sólo contarles lo que Jesús ha hecho por nosotros, sino dar pan a quien tiene hambre, enseñar a quien lo necesita, cuidar a los ancianos, visitar al que se encuentra solo.  Anunciar el Evangelio es liberar del mal a quien vive esclavo del pecado.
La misión de evangelizar debemos realizarla cada día de la semana.  No podemos ser evangelizadores solo un ratito a la semana.  Muchos de los males que existen en nuestra sociedad, mucha de la maldad que existen en algunas personas es porque muchos cristianos, por miedo o porque se avergüenza de su fe, han dejado de dar testimonio, han dejado de evangelizar y creen que con venir a misa el domingo y portarse bien aquí en la Iglesia ya es más que suficiente. 
Evangelizar puede traernos problemas, dificultades.  San Pablo los tuvo, pero a pesar de los problemas, él supo seguir a Cristo y cumplir la misión que le fue encomendada.  Actuemos como lo hizo san Pablo, sigamos su ejemplo.  Recordemos: “¡Ay de mí, si no anuncio el Evangelio!”
El Evangelio de San Marcos, nos presenta lo que hacía el Señor en un día normal en su vida. 
Jesús comienza el día haciendo oración, es el momento de poner ante Dios Padre todos los proyectos e ilusiones, es el momento de pedir la ayuda de Dios para el día que comienza.  Luego, el Señor, con sus discípulos, anuncia la Buena Nueva, comienza a evangelizar.  Más tarde cura a la suegra de Pedro y cuando llega la noche, Jesús busca otro rato de soledad para encontrarse con su Padre, para darle gracias por todos los acontecimientos del día, para renovar su confianza en Dios.
Pero veamos como son nuestros días, esos días que pasan entre el trabajo, el cuidado de la casa, la atención a los hijos, etc.  Cada uno de nuestros días debe ser una oportunidad para realizarnos como personas, para ganarnos la eternidad.  Un día que podemos, como Jesús, comenzar al levantarnos por hacer oración para que todos nuestros pensamientos y acciones del día los pongamos en las manos de Dios y para que aquello que no podamos solucionar nos dé fuerza y ayuda para encontrar una salida justa y cristiana.
Luego viene el trabajo, la casa, la escuela, los vecinos, la compra, el cuidado de los hijos, la visita a los amigos y familiares, todos estos momentos son ocasiones para que anunciemos con nuestro testimonio que creemos en Jesús, es decir son momentos para evangelizar.
Y por la noche, buscar de nuevo un rato de soledad y silencio para dar gracias a Dios por todo lo vivido en el día.  Cada día, Dios nos invita a dar lo mejor de nosotros, a vivir con confianza, a que pase lo que pase, Él está con nosotros porque somos sus hijos.
Ojalá que salgamos de la misa con una ilusión renovada por vivir, por vivir cada día con toda ilusión porque estamos llevando a cabo el proyecto de Dios y estamos trabajando por nuestra salvación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario