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martes, 15 de octubre de 2019

XXIX DOMINGO ORDINARIO (CICLO C)
 
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XXIX DOMINGO ORDINARIO (CICLO C)
DOMUND
 
La Palabra de Dios hoy nos invita a mantener una estrecha relación con Dios.  Hay que saber pedirle a Dios con insistencia por medio de la oración.
 
La 1ª lectura del libro del Éxodo, quiere ofrecernos, no tanto el detalle de una batalla de guerra, cuanto el hecho de que es Dios quien salva al pueblo elegido.
 
El éxito de nuestras luchas y preocupaciones, depende de la perseverancia (a pesar del cansancio) y de la solidaridad, ayudándonos unos a otros.
A Moisés, en su oración, se le doblan los brazos de puro cansancio, pero se sobrepone a ello ayudado por sus compañeros y alcanzan la victoria sobre sus enemigos.
 
Hay que entender que los brazos levantados son un signo de oración, de invocación a Dios. Así, pues, mientras el pueblo, a través de su intercesor Moisés, pone la confianza en Dios, obtiene lo que necesita. En cambio, cuando prescinde de Dios, todo va mal.

Es el ejemplo para nosotros hoy: no desanimarse en la lucha, aunque sintamos la tentación del cansancio en el orar, o no veamos los frutos de nuestros ruegos de modo inmediato. Insistir en la oración como Moisés lo hizo, y la victoria estará de nuestra parte.
 
En la 2ª lectura, de San Pablo a Timoteo, San Pablo exhorta a todos los sacerdotes, catequistas, educadores cristianos a que tengamos como base de nuestros trabajos, de nuestra acción pastoral y de nuestro compromiso la Sagrada Escritura.
 
En ocasiones parece como si nos sintiéramos desorientados en nuestras vidas; como si no supiéramos cómo actuar para hacerlo bien. Estamos presionados por las dudas.  San Pablo nos dice hoy que en nuestras dudas, prestemos atención a la Palabra de Dios, a las Sagradas Escrituras.

En ellas encontraremos luz suficiente para actuar siempre en la línea de la fe cristiana. La Palabra de Dios orienta nuestro proceder. Y no solamente debemos acudir a ella para encontrar la luz que nos oriente, sino que debemos proclamarla con decisión, con claridad y ejemplaridad.
 
Por ello debemos frecuentar la lectura, meditación, reflexión sobre la Palabra de Dios, pues esto es fundamental, imprescindible, tanto personalmente como en el servicio de la evangelización.  Si no conocemos la Palabra de Dios, no sabremos hablar de Dios. 
 
El Evangelio de san Lucas nos ha presentado la parábola de la viuda pobre que reclama justicia a un juez que no le temía a Dios ni respetaba a los hombres.
 
Este juez injusto decidió un día hacer justicia pero sus motivos no eran rectos, lo hacía por la insistencia de la viuda y para que ya no lo siguiera molestando.
 
Desde entonces, no ha cambiado mucho la situación que se vive en nuestros días.  Hoy las tinieblas intentan vencer a la luz, hay una lucha permanente por parte de las tinieblas para querer vencer a la luz.
 
La imagen de la viuda débil e impotente es el reflejo de nuestra situación actual donde vivimos acosados por la injusticia, donde nuestros gritos buscando soluciones se ahogan en la sangre de los inocentes, en la corrupción de las instituciones y en el miedo de muchos ciudadanos.  Corremos el peligro hoy de encerrarnos en nosotros mismos y pensar que mientras no nos toque a nosotros la desgracia hay que dejar que todo siga como está.
 
En nuestra sociedad se hace palpable la injusticia, injusticia que golpea sobre todo a los marginados e inocentes.  El grito de la viuda es el mismo grito que no cesa día y noche, es la oración de los oprimidos para que cambie este  sistema injusto y esta guerra sin sentido. Es el grito desesperado del pequeño y débil que se siente impotente y sin confianza en sí mismo y que no tiene más remedio que acudir a Dios para resolver sus conflictos.
 
Es urgente restablecer un ambiente social de justicia, en el que las instituciones cumplan con su deber, en el que las leyes justas se apliquen sin miramientos ni concesiones, en el que el imperio de la ley este al servicio del bien de la persona y de la sociedad.
 
Los cristianos debemos ser conscientes de que Dios está a nuestro lado y que Él nos impulsa a trabajar por la justicia y la fraternidad, por eso es muy importante no desfallecer en la oración, insistir en la oración, pidiéndole a Dios fuerzas para que su Reino se implante en este mundo.  Sólo la oración nos dará esperanza en un mundo mejor.  Pero no olvidemos que la oración nos tiene que llevar a la acción, al esfuerzo por mejora la justicia en este mundo.
 
¿Somos cristianos que nos mantenemos en oración y que buscamos la justicia sin miedo a las dificultades?  Jesús nos prometió: “Yo os digo que os haré justicia sin tardar”
 
El papa Francisco nos ha invitado a celebrar un Mes Misionero Extraordinario. El Santo Padre quiere que despertemos en nosotros la conciencia de la misión ad gentes y retomemos con nuevo impulso la responsabilidad de la Iglesia entera en proclamar el Evangelio a todos. La urgencia de este anuncio nos exige una auténtica "conversión misionera", para cumplir el mandato pascual de Jesús: "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio" (Mc 16,15).
 
El lema "Bautizados y enviados" nos habla de que todos hemos sido llamados a caminar por el mundo llevando en el corazón, en los labios y en la vida el más precioso regalo: la Buena Noticia de Jesús.
 
Todos los bautizados –y, entre ellos, por supuesto, los jóvenes– hemos de llenar de ardor y pasión misionera nuestra vida. Nuestro espejo son los misioneros, que se entregan a los más pobres para que todos los rincones del mundo donde hay oscuridad se llenen de la luz y el gozo que proyecta la presencia del Resucitado.

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