XIV
DOMINGO ORDINARIO (CICLO A)
Las lecturas de este
domingo nos enseñan dónde encontrar a Dios. Dios se da a conocer en
la sencillez, en la humildad.
La 1ª lectura del
profeta Zacarías nos recuerda que Dios es un Dios humilde, pacífico que le gusta lo
sencillo y se alegra en la verdad.
Nuestro mundo actual
está lleno de ambición, de esclavitud, de armas, de sangre y muerte. Cada
minuto los gobiernos se gastan millones de euros en armamento.
Muchas personas creen
hoy, que para lograr la paz en el mundo hay que tener ejércitos poderosos,
gastar muchísimo dinero del presupuesto de un país en instrumentos de muerte, y
así imponer, por la fuerza y por el miedo, la paz y la seguridad del mundo.
Sin embargo, el
profeta Zacarías nos decía: “Mira que viene tu rey,
justo y triunfador, pobre y montado en un borrico, en un pollino de asna... Suprimirá los carros de Efraín y los caballos de Jerusalén;
romperá el arco guerrero”.
justo y triunfador, pobre y montado en un borrico, en un pollino de asna... Suprimirá los carros de Efraín y los caballos de Jerusalén;
romperá el arco guerrero”.
Dios es un Dios de
paz que no está de acuerdo que en nuestro mundo se malgaste tanto dinero en
fabricar armas de muerte, mientras hay tantas personas que no tienen
trabajo ni lo más mínimo para vivir con dignidad.
Los cristianos
debemos luchar por la paz en el mundo, pero no solamente con palabras y
oraciones. Debemos ir más allá: objeción de conciencia, objeción
fiscal, denuncia de la práctica armamentista de los gobiernos. El
cristiano vive los problemas del mundo, los sufre y lucha para solucionarlos,
pero tiene también que trabajar por la paz y por la construcción de un mundo de
hermanos.
Hay que abandonar las
políticas armamentistas de los gobiernos y que nuestros gobernantes renuncien a
todo sueño de mesianismo político y triunfalista.
La 2ª lectura, de San
Pablo a los Romanos nos invita a vivir “según el Espíritu” y no “según la carne”.
Vivimos una época de
grandes descubrimientos, todos ellos van encaminados a conseguir una vida cada
vez más agradable y cómoda. Sin embargo, aunque vivimos mejor cada día, no
somos más felices, porque como nos dice San Pablo la felicidad no puede
consistir en dar rienda suelta a los deseos humanos del cuerpo.
Como cristianos no
nos podemos dejar dominar por la carne, es decir, por una vida de
pecado, porque el pecado es rebeldía contra Dios. Hemos de dejar que
sea el Espíritu de Dios el que habite en nosotros para cambiar las obras del
pecado por obras de bien, obras responsables, obras de Dios. El cristiano
debe dar muestras en su vida de ser guiado por Dios y no por el pecado.
En el evangelio de
san Mateo, Jesús nos dice que Él ha venido para los sencillos y que podemos acudir
a Él cuando nos sintamos agobiados.
Para entender el
mensaje de Jesús hay que ser humilde de corazón. Los sabios, o
aquellos que se tienen por sabios y entendidos, difícilmente pueden entender a
Dios. Si uno cree que ya lo sabe todo, ¿qué le vamos a enseñar?
Ser humilde no quiere
decir ser tonto o de pocas luces. Hay mucha gente inteligente y son sencillos
como niños. Y por otra parte, creerse sabio no equivale a ser inteligente.
Jesús nos invita hoy
también a que cuando estemos agobiados, cuando suframos depresiones, cuando
tengamos graves problemas personales, que acudamos a Él para que nos alivie
y consuele. Jesús nos dice que Él vino para ayudarnos a soportar el
peso de la vida diaria, a librarnos de nuestras cargas, echándoselas sobre sí
mismo.
Si recurrimos a
Cristo en nuestras aflicciones, en nuestras enfermedades, en cualquiera de
nuestros sufrimientos, Él nos ayudará. Cuando estuvo en el mundo
curó enfermos y resucitó muertos. Hoy en día, Él está también entre
nosotros y quiere aligerarnos nuestras preocupaciones.
Pero pensemos que
cuando pedimos ayuda a Cristo en nuestras necesidades, Él nos pide que nosotros
también pongamos algo de nuestra parte. Nos pide que lo imitemos
en nuestra manera de vivir, en nuestra manera de actuar. En el Evangelio
el Señor nos dice que su yugo es ligero. El yugo está hecho para ser
llevado entre dos. Lo que nos dice el Señor en el evangelio es que Él
hará lo que tiene que hacer para ayudarnos en nuestra vida diaria pero nosotros
también tenemos que aguantar nuestra parte de la carga.
Acudamos a Cristo,
con sencillez, y estemos seguros, que en Él encontraremos descanso.
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