XIX DOMINGO ORDINARIO (CICLO A)

La liturgia de este domingo nos invita a descubrir la manera de librarnos de todos los temores y miedos en los que a veces se ve envuelta nuestra vida.
La 1ª lectura del primer libro de los Reyes nos relata el encuentro de Elías con Dios.
Dios aparece donde menos se le espera, y en el momento que menos nos imaginábamos. Elías vive esa experiencia. Donde él espera verlo (viento, terremoto y fuego), Dios no aparece.
Sin embargo, en la tranquilidad, en la paz, en las cosas pequeñas, en el amor de cada día, en el crecer de la hierba, en la salida del sol y en el ocaso, debemos aprender a descubrir el paso del Señor por nuestras vidas. Dios nos habla cada día, con voz suave e insinuante, valiéndose de situaciones y acontecimientos cotidianos y habituales. Debemos tener siempre bien abiertos los ojos y los oídos del alma para descubrir cada día el paso del Señor por nuestras vidas.
Cuando estemos angustiados, cuando pasemos por momentos de sufrimientos, en nuestras dudas, no nos cansemos nunca de buscar a Dios, pero busquemos a Dios con sencillez, con humildad y Él se hará presente en nuestra vida, no de una manera espectacular sino de una manera sencilla como lo hizo con el profeta Elías.
La 2ª lectura de san Pablo a los romanos nos manifestaba la gran pena que san Pablo sentía por su pueblo. Le vence el sentimiento y llega a decir, en un momento de tristeza inmensa, que por el bien de sus hermanos, los de su raza y sangre, quisiera incluso ser un olvidado lejos de Cristo.
Es de corazones buenos amar a los más cercanos, a los de nuestra raza y sangre, pero también es propio de los corazones generosos dedicar todas las fuerzas de la vida a salvar a los que nos parece que están más lejos, a los que no son ni de nuestra raza, ni de nuestras creencias, ni de nuestras mismas ideas, hasta a nuestros enemigos. Porque así lo hizo Jesús, así lo hizo también san Pablo.
En el Evangelio de san Mateo Jesús le dice a sus discípulos: “Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!”.
El ser humano es un ser con muchos miedos. Tenemos miedo de muchas cosas: a la muerte, al sufrimiento y al dolor, a la incomprensión, a la soledad, a perder lo que tenemos, al futuro, a las personas que no conocemos. El miedo nos paraliza, nos hace vivir a la defensiva.
¿Qué podemos hacer con nuestros miedos? ¿Olvidarnos de ellos? ¿No hacerles caso? ¿Huir de ellos? Huir del miedo es lo que hace la mayoría de las personas. Otros huyen del miedo teniendo muchas cosas, viajando, siempre de prisa de un lugar a otro, buscando diversiones a cualquier precio.
Pero ¿realmente podemos vencer el miedo con diversiones y evasiones? No es tan fácil librarse de los miedos en nuestra vida. Normalmente cuando vencemos un miedo, viene otro a ocupar su lugar. Además huir de los miedos no significa superarlos. Y por eso cuando parece que huyendo de nuestros miedos los hemos superado, aparecen de nuevo.
Jesús cuando se encuentra con Pedro asustado por la tempestad no le dice que huya, que salga corriendo. Le dice que confíe en Él. Confiar en Jesús es lo mismo que tener fe.
La fe es necesaria para vencer nuestros miedos y superar las dificultades de la vida. Por ello, el problema no es no tener miedo, ya que los miedos son algo propio del ser humano, el problema es no confiar en Dios.
Jesús nos dice: “Ven”, nos llama a seguirlo, a vencer con Él las dificultades, los miedos, la falta de fe.
Jesús le dice a Pedro: “hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?” Jesús nos invita a enfrentar con valentía las tempestades de esta vida y que lo hagamos con fe.
La fe consiste en saber que Dios se encuentra siempre a mi lado, para ayudarme a superar los miedos. Dios, siempre nos toma de su mano y nos conduce por caminos seguros. La fe me permite caminar en la oscuridad, en medio de las dificultades; la fe da sentido a nuestras vidas. Cuando tenemos fe, esa barca que es la Iglesia no se hunde.
En el mundo hay muchas cosas negativas que nos causan temor y miedo, pero si tenemos fe, si confiamos en Dios, podremos vencer todos esos miedos. Cuando tenemos poca fe, tenemos que gritar: “¡Señor sálvame!” y entonces Jesús nos da su mano y nos dice ven. Con la ayuda de Dios podemos superar el miedo que nos paraliza a trabajar por un mundo mejor. Con la ayuda de Dios podemos superar nuestros miedos y caminar alegres por la vida.
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