Vistas de página en total

miércoles, 1 de octubre de 2025

 XXVII DOMINGO ORDINARIO (CICLO C)



Las lecturas de este domingo nos hablan del tema tan importante para nosotros como es la Fe.

 La 1ª lectura del profeta Habacuc nos muestra al profeta pidiéndole a Dios que intervenga en el mundo para poner fin a la violencia, a la injusticia y al pecado.

 Con frecuencia encontramos personas que dicen: si Dios existe, ¿Por qué hay injusticias? ¿Por qué hay gente que muere de hambre? ¿Por qué existen las enfermedades? ¿Por qué los buenos sufren y a los malos les va bien en la vida? ¿Por qué el sufrimiento? ¿Por qué las guerras, los terremotos?

 Cuantas veces, nosotros mismos, nos hemos quejado y enojado con Dios, al ver todas las desgracias que hay en el mundo.  Cuantas veces, a pesar de pedir y pedir a Dios, las cosas no nos salen bien o nos salen mal.  Cuantas veces no hemos dicho: ¿Por qué permite Dios esto?

 En primer lugar, hemos de saber, que los planes de Dios superan nuestra manera pequeña de ver las cosas.  Nunca podremos entender los planes de Dios, ya que los caminos de Dios no son iguales a los nuestros.  Dios tiene su propia manera de actuar, y la manera de actuar de Dios no es con impaciencia o apurado.

 En segundo lugar, necesitamos aprender a confiar en la bondad Dios, a ponernos en sus manos, a sentir que Él es un Padre que nos ama como a hijos y que hará todo, para que alcancemos vida y felicidad. Dios nos llama a denunciar todo lo que impide la realización plena del proyecto de vida y felicidad que Él tiene para los hombres. 

 Dios intervendrá en la historia del mundo, ¿Cuándo? Solamente Dios sabe cuándo.  Lo que a nosotros nos toca es tener paciencia y saber sobre todo que Dios no nos abandona.  No debemos temer.  A cada uno le llegará su día y quien saldrá vencedor será el que se ha mantenido fiel al Señor.  Como nos decía hoy el profeta Habacuc: “el malvado sucumbirá sin remedio; el justo, en cambio, vivirá por su fe”.

 La 2ª lectura de San Pablo a Timoteo, Timoteo nos habla de otro aspecto de la Fe. Nos habla de una consecuencia de la Fe: la obligación que tenemos de comunicarla. La Fe, si es verdadera, nos lleva a anunciarla a los demás, a comunicar a los demás eso que creemos.

 Es indudable que siempre habrá dificultades para vivir nuestra fe en medio del mundo y cara a los demás. San Pablo y Timoteo también las tuvieron. Se encontraron con duras dificultades en su mundo y en sus mismas comunidades cristianas. No era fácil llevar a cabo la misión de proclamar el Evangelio y comportarse como cristianos en un mundo tan hostil.

 Por eso, San Pablo nos exhorta a que renovemos nuestra fe, a pesar de las dificultades por las que atravesemos. Uno de nuestros mayores pecados contra la fe es la desconfianza y el desánimo frente a las pruebas que se nos plantean.

 El Evangelio de San Lucas nos habla de la fe.

 “La fe mueve montañas”.  Cuando decimos esto, estamos diciendo que la fe tiene tal fuerza y poder que es capaz incluso de hacer lo imposible.

 Pero, ¿Qué es la fe?  La fe no es sólo creer que existe Dios, ni creer que Jesucristo es el Hijo de Dios, ni tampoco creer en la Iglesia o en la vida eterna.  La fe es sobre todo encuentro, relación y experiencia con Dios.

 ¿De qué nos sirve creer que existe Dios, si no nos relacionamos con Él?  Hay personas que dicen tener más fe que nadie, pero no vienen a la Iglesia.  Estas personas ponen la fe al servicio de sus caprichos y además tienen que saber que la fe no es cosa sólo de ello, sino que es cosa de dos: Dios y la comunidad cristiana.  El Señor ha querido que vivamos nuestra fe en comunidad, no en solitario.

 Hay persona que viven la fe como una costumbre social: se bautizan, hacen la primera comunión, se casan y entierran a sus difuntos, porque así es costumbre.

 Podemos venir todos los domingos a misa, podemos rezar mil rosarios, podemos tener muchas devociones.  Pero si no nos relacionamos con Dios en la oración, si no hemos aceptado en nuestras vidas el mensaje de Jesús, y si no hemos hecho un esfuerzo por cambiar de vida, todo es inútil.

 Hay personas que ante una desgracia, ante un problema, piensan que Dios los ha abandonado y se alejan de Dios.  Esta es una fe débil y falsa.  Otros le echan la culpa de todo lo malo a Dios y se alejan de Él.  Esta es una fe inmadura e infantil.

 La fe, es ante todo, encuentro con Dios, y no una barita mágica para resolver todos nuestros problemas, sino para vivir la vida al estilo del Señor.  Sólo así podremos entender que ser cristiano no es por afán de recompensas o por lo que podamos conseguir sino por hacer lo que debemos hacer.  Ante Dios sólo somos siervos.

 Por ello, como los apóstoles, pidámosle a Jesús: “Auméntanos la fe”


No hay comentarios:

Publicar un comentario